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DESDE EL CIELO AL VALLE

Nicky Cruz
Jesús eligió ser un niño del valle. Antes de venir a la tierra Él vivía en gloria aun mayor de lo que puedas imaginar. El Hijo del Rey del universo. Sentado a la diestra de Dios. Él es Dios. Y sin embargo, escogió a abandonar su trono y entrar en el mundo de los valles. Eligió vivir entre aquellos sin esperanza y perdidos de la creación. Se humilló a sí mismo, se negó a sí mismo, se vació a si mismo por causa de nosotros. Y fue a la cruz en vergüenza para crear un puente entre el valle y la cima de la montaña.
El valle es un lugar frío y cruel para vivir. Está definido por la ceguera, la sequía y el hambre. Puedes sentir el rechazo, el dolor, la inseguridad, el temor y la confusión. Puedes oler la desesperación y el dolor. Puedes sentir la angustia y la tristeza. Y el valle no tiene nada que ver con los ingresos o la condición social. Es un estado del corazón. Es cualquier lugar alejado del conocimiento y confianza en Dios.
Jesús vino al valle para traer esperanza, amor y compasión, para traer vista a los ciegos y para mostrar una salida. Él vino a traer nueva vida a los que estaban muertos. Él fue al valle porque allí es donde vivían las personas perdidas. Y, sin embargo, a veces, aquellos a los que él ha hecho libres nunca se toman el tiempo de mirar hacia atrás. Nunca hacen un esfuerzo por regresar al valle para ayudar a otros a encontrar la salida. Nunca van al valle de la deseperación para llevar esperanza.
"Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10, NVI)
ORACIÓN PODEROSA

David Wilkerson
Jesús oró una "oración poderosa" en Getsemaní.
Pienso en la oración poderosa de Cristo como en la "oración final". Por final me refiero a la última de una serie de oraciones. A este punto, ya todo había sido tratado y esta era la oración última o final, la que movería montañas y sacudiría al infierno. Era simplemente esta: "Pero no sea como yo quiero, sino como tú" (Mateo 26:39, cursivas añadidas).
Jesús se levanta de la súplica y dice, en esencia: "He orado, he llorado, he ayunado, he hecho todo. Ahora, Padre, descargo mi alma a ti, en total confianza. Hágase tu voluntad".
¿Has presentado alguna vez esta "oración final" al Señor por alguna situación?
He orado, he ayunado y he intercedido sobre este asunto.
He pedido, he tocado la puerta, he buscado y he creído.
Sin embargo, lo que está sucediendo ahora no es lo que quiero.
No creo que pueda manejarlo.
EL LUGAR DE REPOSO
Entonces agregas: "Pero tú eres el Dios Todopoderoso, y pongo todo en tus manos. Ahora, Padre, haz lo que tú quieras hacer, cuando tú quieras hacerlo. Descanso en las promesas que tú me has dado".
Este es el reposo que permanece para el pueblo de Dios hoy, el reposo al que se hace referencia en Hebreos 4. Es entrar en la bendita promesa del Nuevo Pacto, en la que Dios nos declara: "Yo seré para ustedes Padre, y ustedes serán mis hijos".
Amado, hasta que no hagas esta oración final, no puedes mover tu montaña. Pero cuando la hagas, Dios abrirá tus ojos a algo increíble y ya no te perderás la respuesta a tu oración cuando llegue.
OBTENIENDO PODER Y AUTORIDAD

David Wilkerson
Cuando Cristo oró en Getsemaní, estaba demostrando a su pueblo cómo obtener poder y autoridad sobre todas las fuerzas satánicas. Cuando los discípulos trataron de expulsar a los demonios, esos espíritus infernales se rieron de ellos. Sólo cuando Jesús entró en escena los demonios huyeron. La única autoridad que reconocen es la de un corazón contrito y un espíritu quebrantado.
Consideremos ahora la oración de Jesús en Getsemaní:
“Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Mateo 26:38). Aquí había una declaración que en esencia decía: “Esto va más allá de mi comprensión, y si continúa, me matará”.
“Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa” (26:39). ¿Alguna vez has orado en agonía extrema, con lágrimas ardientes rodando por tu cara?
En Getsemaní, encontramos a Jesús en una serie de angustias espirituales:
Lágrimas
Súplicas
Intercesiones
Abatimiento
Sin embargo, cada una es un episodio espiritual que en última instancia conduce a un lugar de increíble revelación.
Sabemos que como seguidores de Jesús vamos a experimentar las mismas cosas. Él es nuestro ejemplo en tiempos de crisis y en esos momentos, debemos orar como él lo hizo: con fe, sabiendo que Dios ha visto todas nuestras lágrimas. Como él, debemos orar por la liberación y pedirle a Dios una salida..
Por supuesto, esto no es una experiencia cotidiana en nuestro caminar con el Señor. Más bien, es un encuentro con Él, una confrontación donde llegamos al final de algo. En ese momento, dejamos de mirar a nuestras circunstancias y comenzamos a derramar nuestra alma delante del Señor. Y en medio de todo esto, creemos, como Jesús, que Dios nos ama y va a revelar algo maravilloso a través de nuestra prueba.
La Chequera Del Banco de la Fe
“Y mi pueblo será saciado de mi bien, dice Jehová.” Jeremías 31: 14.
Noten la palabra “mi” que aparece dos veces: “Mi pueblo será saciado de mi bien.” Las personas que son saciadas por Dios están marcadas como pertenecientes a Dios. Dios se agrada con ellas, pues ellas se agradan con Él. Ellas le llaman su Dios, y Él las llama Su pueblo; Él se agrada de tomarlas como una porción, y ellas se sacian con Él como su porción. Hay una comunión mutua de deleite entre el Israel de Dios y el Dios de Israel.
Estas personas están saciadas. Eso es algo grandioso. Muy pocos de los hijos de los hombres son saciados alguna vez, sin importar cuál sea su porción; se han tragado la sanguijuela borriquera que continuamente clama: “¡dame! ¡Dame!” Únicamente las almas santificadas son almas saciadas. El propio Dios es quien ha de convertirnos y contentarnos.
No es sorprendente que el pueblo del Señor sea saciado con el bien de su Señor. Pues allí hay bien sin mezcla, liberalidad sin restricción, misericordia sin reprensión, amor sin cambio, favor sin reserva. Si el bien de Dios no nos sacia, ¿qué podría saciarnos? ¡Cómo!, ¿todavía estamos gimiendo? Con certeza hay un deseo maligno internamente si es un deseo que el bien de Dios no sacia. Señor, yo estoy saciado. Bendito sea Tu nombre.
LA FE CRECE EN LA PRESENCIA DE DIOS

David Wilkerson (1931-2011)
Jesús hizo una pregunta en Lucas 18:8: “Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” Siempre me he hecho preguntas respecto a este asunto. ¿Qué quiso decir el Señor? Al mirar hoy a la Iglesia, creo que ninguna otra generación ha estado más enfocada en la fe que la nuestra.
Todos parecen estar hablando sobre la fe; seminarios y conferencias sobre la fe se llevan a cabo en todo el país; libros sobre este asunto llenan los estantes de las librerías cristianas. Tenemos predicadores de fe, maestros de fe, movimientos de fe, incluso iglesias de fe. Sin embargo, tristemente, no todo lo que la mayoría de las personas considera como fe, hoy en día, es fe y Dios rechazará gran parte de lo que es llamado y practicado como fe. Simplemente, él no lo aceptará. ¿Por qué? Porque es una fe corrompida.
Muchos predicadores hoy humanizan totalmente el tema de la fe, describiéndolo como si existiera sólo para ganancia personal o para satisfacer necesidades propias. “Si puedes soñarlo, puedes tenerlo”. Esto es terrenal, materialista y está arraigado a este mundo.
Mi mensaje para aquellos que verdaderamente aman a Jesús y quieren vivir por fe de una manera que le agrade a él, es este: Toda fe verdadera nace de la intimidad con Cristo. De hecho, si tu fe no sale de dicha intimidad, no es fe, en absoluto, a sus ojos.
“Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos” (Hebreos 11:1-2).
Muchas personas de fe se mencionan en Hebreos 11 y encontramos un denominador común en sus vidas. Cada uno tenía una relación personal e íntima con el Señor. Vemos a Abel (11:4); Enoc (11:5); Noé (11:7); y Abraham (11:8). Todos estos hombres murieron en la fe; el mundo simplemente no era su hogar.
¿Anhela tu corazón un caminar más cercano con el Señor? ¿Hay una creciente insatisfacción dentro de ti respecto a las cosas de este mundo? ¡Entonces busca al Señor mismo! Pasa tiempo en su presencia y tu fe crecerá.
HALLANDO NUESTRA VIDA EN DIOS
Escuchamos mucho sobre el favor de Dios en estos días, lo cual es algo bueno. Sin el favor del Señor, no podríamos respirar, estar de pie o encontrar la vida verdadera en ninguna parte. Nuestro amoroso y compasivo Dios busca bendecirnos con su asombroso favor.
Lamentablemente, hoy la enseñanza del favor de Dios está siendo torcida por algunos. La usan como un medio para obtener bendiciones materiales, físicas y emocionales de parte de Dios. Eso es trágico, porque reduce al Señor a sólo otro producto americano. Te dicen que inviertas un poco en asistencia a la iglesia aquí, en sembrar un poco de semilla financiera allí, en reclamar con el poder de confesión de tu lengua que tus sueños se cumplirán, y ¡bingo! - Eres favorecido.
Pero ese no es el camino de Dios. Él se preocupa por nosotros mucho más que eso. Si obtenemos todo lo que soñamos, eso no es favor, eso es lujuria. El verdadero favor no se encuentra en la bendición misma, se encuentra en Aquel que hace la bendición, nuestro amoroso Padre celestial. Buscarlo a él, no a las cosas, es el hambre que mora en lo más profundo de cada corazón humano. Fuimos creados para hallar nuestra vida en él.
Dios es celoso, de una manera justa: Él no permitirá que lo utilicemos como un medio para satisfacer nuestros deseos y nuestro beneficio personal. Él destruirá todos los ídolos que establecemos en nuestros corazones para que sólo él sea nuestro mayor deseo.
Esto no significa que no debemos querer ver fluir las bendiciones de Dios en nuestras vidas. Debido a su amorosa gracia y bondad, nuestro Padre se deleita en dar buenas dádivas a sus hijos. Algunos líderes han torcido las doctrinas bíblicas en el llamado movimiento de prosperidad, pero eso no significa que la idea del favor de Dios deba ser desechada. ¡Más bien, debe ser rescatada!
Dios ama bendecirnos porque él es asombrosamente bueno. Te animo a buscarlo primero y ver cómo derrama sobre ti su favor. “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).
Si lo que el hombre te dice te hace cambiar de llamado,déjame decirte:que nunca fuistes llamado por Dios
Porque si Dios te llamo aunque el hombre diga q no fuistes llamado,tu te mantienes firme,porque el que te creo y te escogió ya te habia predestinado para cumplir con su llamado
S.D.G
PODEMOS ESTAR CON CRISTO, PERO NO CON SU CUERPO?
El apóstol Pablo nos instruye: “Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:27). En otro lugar, él dice más específicamente: “El cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros … son un solo cuerpo, así también Cristo” (12:12).
Pablo nos dice, en esencia: “Echa un vistazo a tu propio cuerpo. Tienes manos, pies, ojos, oídos. No eres sólo un cerebro aislado, desconectado de los otros miembros”. Es lo mismo con Cristo. Él no es sólo una cabeza; él tiene un cuerpo y nosotros componemos sus miembros. Estamos conectados con Jesús, nuestra cabeza, pero también estamos unidos unos a otros.
Pablo lleva este punto a su origen, diciendo: “El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Corintios 10:16-17). En pocas palabras, todos estamos alimentados por la misma comida: Cristo, el maná del cielo. “Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo” (Juan 6:33).
Algunos cristianos no quieren estar conectados con otros miembros del cuerpo. Están en comunión con Jesús, pero intencionalmente se aíslan de otros creyentes. Pero un cuerpo no puede estar compuesto por un solo miembro y el cuerpo de Cristo no puede estar formado únicamente por una cabeza. Simplemente no podemos ser uno con Cristo sin ser uno con su cuerpo.
Los creyentes están unidos no sólo por su necesidad de Jesús, sino por la necesidad que tienen el uno del otro. Pablo dice: “Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros” (1 Corintios 12:21).
Nuestra cabeza dice que todos somos importantes, incluso necesarios, para el funcionamiento de su cuerpo. Esto es especialmente cierto para los miembros que pueden estar heridos y lastimados. El Señor mismo dice: “Te necesito. Eres un miembro vital de mi cuerpo y absolutamente necesario para que éste funcione”.
"Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propio entendimiento." Proverbios 3:5 #ConfianzaenDios #FeCristiana
Consejo de hoy
_«Alimenta tu fe en Dios y tus temores morirán de hambre»_
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