EL ESCUDO CATÓLICO

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Contenido católico de calidad.

«Me he cansado ya de ser moderno, ahora quiero ser eterno»
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2 months ago

CASTIDAD Y MATRIMONIO

“Si el amor es querer, elegir o buscar el bien y la felicidad del otro, no parece que estemos hablando precisamente de sentimientos. Los términos “querer”, “elegir” o “buscar” hacen más bien referencia a una decisión, a un acto de la voluntad. Y (…) puedes decidir buscar el bien del otro o no independientemente de los sentimientos que experimentes en ese instante. Son realidades distintas. De hecho, hay ocasiones donde amor y sentimiento pueden ir en direcciones opuestas. Aunque, en un momento dado, estés embargado por el resentimiento, la ira, o la decepción, siempre puedes decidir amar. Puedes decidir amar incluso a la persona que es responsable de haber provocado en ti esos sentimientos.

Igualmente, si amar es procurar o perseguir el bien del otro, más que con una decisión, deberíamos identificar el amor con una acción o una conducta. Como todos hemos experimentado, el amor tiene más que ver con la acción que con las palabras, los deseos o las intenciones. La madre que más y mejor quiere a su hijo no es la que simplemente se limita a expresarlo sino la que además lo cuida, lo atiende y lo protege. Las palabras de amor sin nada que las respalde no son más que otro caso de publicidad engañosa, como el crecepelo (…) El amor debe mostrarse. Y se muestra en la acción. Por eso nadie se conforma con la mera expresión verbal del amor. Si alguien a quien quieres tiene frío, amar está más relacionado con prestarle tu abrigo que con un romántico discurso sobre lo hermosos que son sus labios morados o con apasionadas promesas sobre las magníficas hogueras que encenderás en un futuro. El amor, por muy discreto que sea, siempre deja rastro, es visible, palpable, hace ruido. Aunque lo pretenda, sus latidos nunca son silenciosos.

Amar a una persona tiene que ver con dejar para ella vuestro único paraguas cuando sabes que va a llover o el último helado de la nevera cuando es verano. Cumplir tus promesas, especialmente cuando son difíciles. Dar las gracias incluso por las cosas más pequeñas. Ser puntual o saber esperar con paciencia. Respetar las diferencias. Acordarte de bajar la tapa del baño o ignorar que se ha quedado subida. Celebrar sus buenas noticias con más entusiasmo que las tuyas propias. Decirle una cosa buena que te guste de ella (...) Perdonar, aunque todavía escueza. Sonreír, aunque no se tengan ganas. Compartir una preocupación sin trasladársela a ella. Preguntar sin interrogar. Escuchar sin juzgar, intentando comprender. Cuidar a su familia como si fuese tuya. Creer en ella cada vez que lo vuelva a intentar. Cocinar esa receta nueva que crees que le gustará. Saber pedir perdón. Nunca hablar mal de ella con tus amigos. Esforzarte por divertirte con los suyos. Tener la valentía de decir con cariño verdades difíciles pero que son necesarias. E intentar hacerlo en el momento oportuno. Sacar la basura y recoger la cocina antes de dormir. En definitiva, amar es hacer que para ti sea importante lo que para la otra persona es importante. Si alguien te dijo alguna vez que amar es fácil, espero que sepas perdonarle.

Amar es actuar. Así lo explicaba Stephen Covey respondiendo a una pregunta durante uno de sus seminarios:

—Stephen, estoy realmente preocupado. A mi esposa y a mí ya no nos unen los antiguos sentimientos. Supongo que ya no la amo, y que ella ya no me ama a mí. ¿Qué puedo hacer?
—¿Ya no sienten nada uno por el otro? —pregunté.
—Así es. Y tenemos tres hijos, que realmente nos preocupan. ¿Usted qué sugiere?
—Ámela —le contesté.
—Pero le digo que ese sentimiento ya no existe entre nosotros.
—Ámela.
—No me entiende. El amor ha desaparecido.
—Entonces ámela. Si el sentimiento ha desaparecido, esa es una buena razón para amarla.
—Pero ¿cómo amar cuando uno no ama?
—Amar, querido amigo, es un verbo. El amor —el sentimiento— es el fruto de amar, el verbo. De modo que ámela. Sírvala. Sacrifíquese por ella. Escúchela. Comparta sus sentimientos. Apréciela. Apóyela. ¿Está dispuesto a hacerlo?"

Por qué otros van a fracasar en el amor pero tú no” - Miguel Ángel Martín Cárdaba

#CASTIDADYMATRIMONIO

2 months, 1 week ago

CONVERSIÓN DE KENNETH SIMON

"Médico y científico judío nacido en Nueva York en 1909 (…) hubo de vencer y despojarse de todo ese cúmulo de errores, dudas, contradicciones y prejuicios de que está repleto el mundo seudocientífico y agnóstico de hoy.

(…) era un hombre moderno (…) Conoce y penetra todos los problemas actuales; vive en las más populosas ciudades (…) New York, Chicago, Berlín; viaja por América y Europa (…) cuenta con la ciencia de los más ilustres profesores de las tres grandes universidades que frecuentó, poniéndose en contacto con los más prestigiados talentos en el campo de la filosofía y lógica, medicina y psicoanálisis (…)

Los argumentos de Voltaire, contra un Dios personal, le parecieron inteligentes y convincentes, y, en consecuencia, adoptó una postura de desprecio hacia toda religión.

La teoría materialista que defiende la naturalidad e inocencia de los caprichos sexuales, mientras no se llegue a excesos, como es inocente y natural el comer y el beber, le agradó, aceptándola sin dificultad.

Sostenía la contraindicación que resulta de reprimir pensamientos y deseos de cualquier género, aun irracionales, por el peligro de crear “complejos psicológicos”. De aquí que aplaudiera a Oscar Wilde cuando le aconseja con su amargo sarcasmo dar contento a las tentaciones como mejor medio de librarse de ellas.

Poco a poco [estas creencias] le arrastraron a tal confusión, aberración y desvarío [que encendieron en él] vivas ansias de llegar a una respuesta definitiva, una del todo valedera.

(…) Que fuera Dios el fin de la vida humana, no lo llegó a sospechar siquiera en muchos años. Es cierto que en su infancia había conocido en la lectura del Viejo Testamento, un Dios que habitaba y hablaba con su pueblo. Pero aquel Dios no tenia en la actualidad más supervivencia que la que tenían un Moisés, un Samuel o cualquiera de los profetas a que Él se revelara. Era un Dios histórico.

(…) Un amigo de Universidad—hebreo, convertido después al catolicismo—lo introdujo en esferas más elevadas. Le habló de los maestros de la sabiduría—que no puede ser ni antigua ni moderna, puesto que es inmutable—; y estos maestros le ofrecían “la verdad’' (…) Aristóteles y Santo Tomas serán desde este momento sus mentores inolvidables. Son para él los grandes investigadores, los íntegros e intachables científicos, los expertos definidores. Como Virgilio o Dante, le ensenarán el camino de las estrellas para llegar a Dios.

Por este tiempo es cuando en su búsqueda de la verdad, oyó la primera llamada de la Iglesia Católica. Lo que le atrajo fue precisamente su dogmatismo, su certeza absoluta de poseer toda la verdad religiosa, su reivindicación de única autoridad infalible.

Los protestantes están divididos en centenares de sectas disidentes, los judíos limitan su religión al propio pueblo; pero la Iglesia Católica predica una religión universal, invitando a todos los hombres a acogerse en su seno.

Es interesante notar que hasta este momento no ha tenido Kenneth contacto ninguno con sacerdote católico alguno. Su trabajo era todo interior y solitario; del todo personal. Había llegado a conquistar aquella certeza por la meditación de textos filosóficos antiguos y medioevales y por la meditación de sus propias convicciones (…) Todas las verdades naturales y cristianas fueron meditadas, estudiadas y finalmente aceptadas por él (…) en 1936, recibida la embestida suprema de Dios, entra en la Iglesia Católica (…)

Escribió su historia y conversión en el libro The glory of the people (La gloria del pueblo) y se hizo sacerdote en la Trapa de Nuestra Señora del Valle, en el estado norteamericano de Rhode Island."

Hombres que encontraron a Cristo” - Giovanni Rossi

#CONVERSOS

2 months, 1 week ago

PERFECCIÓN ESPIRITUAL

"Préndase un pajarillo, éntrese en una jaula hecha de rejas de plata, proveída de dulce pasto, puesta en un salón real, lejos de todas las incomodidades de los tiempos ¿estará contento? ¿se divertirá con alegres canciones? No por cierto: le veréis triste, ansioso y solícito a buscar por todas partes la salida y su libertad. Aquellas delicias no le sosiegan, aquellas comodidades no le satisfacen ni le agradan. Mas ¿por qué? Porque está fuera de su fin: nació para volar y gozar la libertad del cielo.

Lo mismo sucede al corazón humano, nacido únicamente para servir a Dios y gozarle: póngase en medio de las delicias terrenas, posea muchas riquezas, que pueda gastar a su voluntad; pase de uno en otro placer su gusto; tenga dignidades, amistades, poder, palacios, todas las comodidades y toda abundancia de bienes humanos ¿vivirá por eso contento, será feliz? No por cierto. Así lo enseña la razón y lo muestra la experiencia; porque todas las cosas fuera de su fin, están fuera de su felicidad. Desengañese (…) que jamás hallará paz ni contento, sino es en el fin para que fue creado; toda otra cosa le atraerá amarguras y congojas. Todas las fatigas que se emplearen en buscar otros bienes, serán perdidas, porque no van gobernadas por la fiel regla del último fin. Todos los pasos que no van dirigidos a este blanco, serán errores, porque nos apartan del verdadero término.

¡Infelices, pues, nosotros que hemos gastado lo mejor de nuestra vida en vanidades que nos desviaban de nuestro verdadero fin! ¿A dónde han ido tantos pensamientos, tantos afectos, tantos cuidados de la vida pasada? Todo en vano, todo sin fruto; porque buscando la felicidad, hemos vivido infelices, por no haber sabido buscarla donde únicamente está, que es Dios (…) Tomemos consejo, abramos los ojos, cuidemos a lo menos de lo venidero (…) concibamos gran dolor de los yerros pasados, pongamos en orden nuestra vida [que] conseguir el fin de la salvación es lo que debe dar cuidado (…)

Pregúntese, pues, frecuentemente el cristiano a sí mismo para qué vive en el mundo; qué intención tuvo Dios, y qué pretendió con ponerle en él; a qué ha sido enviado; cuál es el bien que espera, y el mal que debe temer; y si camina, a dónde lo lleva esta senda que sigue: al felicísimo fin para que Dios lo creó, o antes a un término de eterna miseria, a donde lo arrastra su malicia. Oiga lo que a estas preguntas le responde su corazón; que sin duda le sugerirá aquellos sentimientos de Lope de Vega, piísimo poeta español, cuya admirable octava, como digna de un santo Padre, me ha parecido poner aquí.

¿Yo para qué nací? Para salvarme;
Que tengo de morir es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme,
Triste cosa será, pero posible.
¿Posible? ¿y río, y duermo, y quiero holgarme?
¿Posible? ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago? ¿En qué me ocupo? ¿En qué me encanto
Loco debo de ser, pues no soy santo
"

Verdades eternas” - Padre Carlos Rosignoli

#PERFECCIÓNESPIRITUAL

4 months, 2 weeks ago
4 months, 2 weeks ago

LA FELICIDAD

“No hay manantial más rico de alegría que la fe, porque establece el alma en ese sosiego y esa seguridad que son las dos primeras condiciones de la felicidad (…) Desde el momento en que la fe es ahuyentada del corazón, se lleva consigo todas las esperanzas que aun podrían regocijarla y consolarla (…) El hombre que no cree deja pronto de amar, porque el amor reposa sobre la fe como la flor sobre su tallo. La luz que Dios había depositado en su corazón, para que con ella iluminase y diese calor a los otros, no hallando salida para exhalarse y comunicarse, se concentra y se vuelve contra él. No es ya una luz benéfica que brilla y calienta, sino un fuego que consume y devora. El amor, que no vive y no se conserva sino difundiéndose, se corrompe estancándose en las profundidades del alma, y se convierte en egoísmo. En su espantosa soledad el corazón se mancilla y se ahoga en cierto modo, abrasándose a sí mismo en los rebatos de un desenfrenado amor propio.

Desde que la fe se ha retirado del corazón de la mayor parte de los hombres, la vida parece haber perdido todo lo que podía derramar sobre ella algún halago o alguna dulzura: las relaciones se han hecho menos íntimas, los afectos menos profundos. Una invencible desconfianza se ha apoderado de todas las almas (…) ¿Qué tienen de extraño las discusiones que dividen a las familias; la instabilidad de los afectos más sagrados, la poca seguridad de las relaciones más naturales, las discordias que amenazan perpetuamente el sosiego de la sociedad, cuando se piensa que Dios está ausente del espíritu y del corazón de los hombres?

La fe es el principio del amor. Es preciso creer en la persona a quien se ama, y desde el momento en que no se cree en los hombres, se deja de amarlos: —así vemos que la incredulidad ha desecado todos los corazones y entibiado todas las almas: como cada cual no cree más que en sí mismo, cada cual se ama a sí mismo exclusivamente. Todos los pensamientos, todos los deseos y todas las esperanzas se concentran únicamente en el bienestar y en los goces materiales de la vida. El dinero es cada día más objeto de toda la actividad humana: su movilidad es cabalmente lo que le hace más precioso y más deseable. Lo más común es desdeñarse de asentar cada cual su caudal sobre la tierra, o de aumentarle con sacrificios cuyos resultados solo el porvenir puede ver, porque lo que se quiere es más bien gozar del tiempo presente que asegurar el venidero, es decir, vivir no para los otros sino para sí mismo, y de este modo, retirándose cada uno en sí mismo y encerrándose en su egoísmo como en una fortaleza, es imposible que haya unión ni confianza entre los hombres. De día en día va siendo más imposible la sociedad, pues esta no es más que el movimiento de los corazones atraídos mutuamente unos hacia otros, y su unión en un mismo pensamiento y en un amor común.

Una indefinible desazón trabaja las inteligencias: casi nadie está o quiere estar en su puesto, el orgullo, la ambición y la vanidad sacan perpetuamente de su esfera a la mayor parte de los hombres, la vida se pasa en esfuerzos fatigosos y superfluos, y el que es bastante feliz para conseguir el objeto de sus esperanzas, rara vez lo es bastante para conservar mucho tiempo lo que una vez ha adquirido. Apenas ha llegado a la cima de la grandeza o de la opulencia cuando un capricho de la suerte lo derriba, y después de haber subido más arriba de lo que debía solicitar, baja más de lo que debía temer, hallándose así superior o inferior a su posición natural, y no pudiendo a causa de esto disfrutar del descanso o de la felicidad a que aspiraba. Ese continuo desbarajuste es también por su parte un fecundo manantial de tristeza y de continuo escozor, porque todo, en el estado actual de las cosas, parece que conspira contra el hombre y le condena a vanos esfuerzos y a un inútil afán. El contento está en la serenidad de una buena conciencia, y el que la busca en otra parte solo hallará mentira y acerbos desengaños.”

Las horas serias de un joven” – Mons. Carlos Sainte Foix

#FELICIDAD

4 months, 2 weeks ago

LA MUERTE DE LOS SERES QUERIDOS

“más que la (…) muerte propia, la muerte de los seres queridos (…) suele llenar a los hombres de indecible angustia, hasta empujarles (…) a las fronteras mismas de la desesperación [No obstante] el P. Garriguet escribe:

«(…) Dios ha tenido en cuenta una de las más vivas aspiraciones del corazón humano. Este corazón tiene necesidad de experimentar que la muerte no rompe en modo alguno los sagrados lazos que la vida había creado entre ciertos seres (…)».

Creer en la supervivencia de los lazos y sentimientos legítimos establecidos en la tierra, es una necesidad de nuestra naturaleza, es Dios mismo quien la ha puesto en nosotros. Y ciertamente que no la ha puesto para dejarla insatisfecha y para hacemos sufrir (…) Si ha puesto Él mismo en nosotros esa necesidad es para satisfacerla plenamente.

La muerte, entre los bienaventurados, lejos de extinguir o apagar el amor que sentían por los seres queridos que dejaron en la tierra, lo vuelve, por el contrario, más activo y compasivo. (…) allá arriba en los cielos, piensan en nosotros, se acuerdan de nosotros, se interesan por nosotros, nos siguen queriendo siempre e incluso mucho más que cuando estaban en medio de nosotros.

Aunque ya no están entre nosotros, no por eso les somos extraños. Aunque hayan entrado en la otra vida, la madre no olvida a su hijo, ni la esposa a su marido, ni el hermano al hermano. Los lazos que les unieron acá en la tierra habían sido atados por Dios mismo; la muerte los ha transformado, pero no suprimido. En el cielo se purifican los afectos humanos, pero no se ahoga ninguno de los que son nobles, santos, queridos por la Providencia.

Aunque absorbidos por Dios y perdidos en la contemplación de su divina esencia, los bienaventurados conservan el recuerdo de los años que pasaron en la tierra. La imagen de los seres queridos continúa viva en su espíritu. No se ha levantado un muro de tinieblas entre su existencia presente y la pasada. Su antigua personalidad no ha sido aniquilada, sino que ha sobrevivido a la muerte, continúa únicamente en condiciones diferentes.

«La inmensidad del cielo -ha dicho San Bernardo- ensancha el corazón. Lejos de restringir el amor, le da mayor comprensión. A la luz de Dios, el recuerdo, lejos de apagarse se hace más nítido. A esta luz se aprende lo que se ignoraba, sin olvidar nada de cuanto ya se sabía».

Y en el sermón pronunciado ante sus religiosos con motivo de la muerte de su hermano Gerardo, exclamó el propio San Bernardo:

«No. Tu amor hacia mí no se ha extinguido sino que ha sido glorificado. Te has revestido de Dios, es verdad, pero no te has despojado del recuerdo de los tuyos, puesto que el mismo Dios se ocupa de nosotros. Te has desprendido de todo lo que era debilidad, pero no de tus sentimientos fraternales y afectuosos hacia mí. Estoy completamente cierto de que continúas llevándome en tu espíritu y en tu corazón. Y hasta me parece percibir en mis oídos tu voz inconfundible que me dice: ¿Podrá una madre olvidarse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella se olvidare yo no te olvidaré jamás (Is 49, 15)».

Todo verdadero amor va acompañado de la necesidad de manifestarse, y se manifiesta por los beneficios que reparte. No se ama verdaderamente si no se experimenta el deseo de venir en ayuda de los seres queridos, de sostenerles en sus dificultades, consolarles en sus penas, socorrerles en sus necesidades. Y no podemos dudar de que este deseo lo sienten muy al vivo los bienaventurados en el cielo. Satisfacerlo, es un gozo que viene a añadirse al gozo esencial proveniente de la visión y posesión de Dios.”

Nada te turbe. Nada te espante” – Padre Antonio Royo Marín

#ARTÍCULOSRELIGIOSOS #PROBLEMAMAL

4 months, 2 weeks ago

CASTIDAD Y MATRIMONIO

“Hay dos clases de amor: (...) El primer amor es carnal y el segundo espiritual. El amor carnal sólo conoce a la otra persona en un sentido biológico. El amor espiritual conoce a la otra persona en todos los instantes y sentidos. En el amor erótico los defectos ajenos estorban nuestra felicidad. En el amor espiritual los defectos de otros son oportunidades de servicio (…)

El amor se ha vulgarizado tanto, que hasta los que creen en él temen usar esta palabra. Hoy (...) su significado versa más sobre glándulas que sobre voluntades, centrándolo en la biología más que en la personalidad. Incluso si se disfraza de locura de amor por otro, en realidad no pasa de ser un deseo de amor a sí mismo.

Sin embargo el amor puramente humano es el embrión del Amor Divino. Se pueden hallar ecos de esta idea en Platón, quien propone que la función del amor es iniciar el camino hacia la religión. Él sostiene que el amor hacia las personas bellas se transforma en amor por las almas virtuosas, luego en amor por la justicia y la bondad, y finalmente en amor por Dios, que es su fuente. El amor erótico es, por tanto, un puente que se cruza, no un contrafuerte donde uno se sienta y descansa; no es un aeropuerto sino un avión; siempre va hacia otra parte, hacia arriba y hacia delante. Todo amor carnal viene acompañado de incompletitud, insuficiencia, anhelo de plenitud y atracción por algo más, pues todo amor es un vuelo hacia la inmortalidad.

Toda forma de amor erótico encierra una forma de amor divino, por reflejo, como la superficie del lago refleja la luna. La única razón por la que sentimos amor por otras criaturas en nuestros corazones es que éste puede conducirnos al amor al Creador. Como el alimento es para el cuerpo, como el cuerpo es para el alma, como lo material es para lo espiritual, como la carne es para lo eterno. Por eso, en el lenguaje del amor humano muchas veces se pueden hallar expresiones que remiten al lenguaje propio de lo divino, como por ejemplo “mi ángel” y “te adoro”.

(…) Dado que es parte de la intención Divina servirse del amor erótico como un camino hacia el amor Divino, siempre ocurre que en un corazón moralmente equilibrado, con el tiempo, este amor erótico va cediendo terreno al amor espiritual. Por eso, en los verdaderos matrimonios, el amor a Dios se fortalece con los años. Se ama más a Dios sin que disminuya el afecto entre los esposos. El amor evoluciona pasando de una atracción superficial a adentrarse en los recovecos más profundos de la personalidad donde habita el Espíritu Santo.

Pocas cosas en la vida son tan bellas como contemplar que la intensa pasión entre un hombre y una mujer, que ha traído a la vida unos hijos como expresión viva de su amor, más tarde se convierte en "pasión desapasionada y tranquilidad salvaje" ”

El camino de la felicidad” – Venerable Fulton Sheen

#CASTIDADYMATRIMONIO

4 months, 3 weeks ago

ARTÍCULOS RELIGIOSOS

"En cierta ocasión asistí a un partido de fútbol de chicos de categoría alevín. Estaba con uno de mis hermanos, que me arrastró hasta allí para que viésemos jugar a uno de mis sobrinos —con el tiempo, ese sobrino se decantó más por el baloncesto, en el fútbol no destacaba—. En un determinado momento del partido uno de los jugadores marcó un gol francamente bueno, comenzaron los abrazos y los gritos habituales y, pasado el jaleo, el padre del goleador, lleno de una alegría incontenible, nos dijo: «¡Ese es mi chico!».

Un gol es normalmente el resultado de un esfuerzo grande —y más, cuando se trata de niños. Suele ir precedido de una carrera, unos regates y una patada al balón que logre confundir al portero, o sea más rápida y diestra de lo esperado. Aquel padre reconoció a su hijo en la fuerza y calidad de su disparo, y no pudo callarse: «¡Ese es mi hijo!».

No querría llevar la comparación demasiado lejos, pero quizá nos ayude a entender que Dios nos reconoce cuando nos ve esforzándonos, sacrificándonos, o simplemente cuando mostramos nuestra disposición de hacerlo. Es entonces cuando Dios Padre exclama, lleno de orgullo —como lo hizo sobre Jesús—: «¡Este es mi hijo!».

Por el contrario, cuando el hombre se encierra en su egoísmo, cuando las personas no queremos entregarnos, ni estamos dispuestos a tomar la cruz, el Padre no encuentra la imagen suya que creó en el hombre, no distingue en nosotros lo que nos hace amables, respetables, hijos suyos. Y quizá diga: «¿Tú, quién eres?», «no te conozco», «no te reconozco».

Cuando era pequeño y me portaba mal —le quitaba, por ejemplo, un juguete a alguno de mis hermanos—, mi madre solía decir, y resultaba duro escucharlo, «pero tú, ¿de quién eres? ¡Eso no lo has aprendido en esta casa!». Los padres muestran un cierto rechazo a sus hijos cuando, en lugar de esfuerzo, encuentran desidia; en lugar de generosidad y entrega, egoísmo. Los padres se enorgullecen del hijo generoso: «¡Este es mi hijo!». Y rechazan al niño egoísta.

Nuestro Dios es un Padre bueno al que le basta con muy poco para sentirse orgulloso de sus hijos. Indudablemente, espera que lleguemos a la santidad, y nos comportemos como exige nuestra “sangre” de reyes… Nos ha dado tanto que tiene razones para esperar mucho. Pero se conforma con bien poco: “Al menos, pide perdón”, “por lo menos inténtalo otra vez”, “cuéntamelo y te ayudaré”. El amor de Dios es poderoso y su misericordia infinita. Pero la libertad humana es también poderosa —dicen que es la única piedra que Dios no puede mover— y podría ser que un hombre hiciera irreconocible la imagen de Dios que hay en él.”

Viaje al corazón del Evangelio” – Padre Alfonso Sanz

#ARTÍCULOSRELIGIOSOS

4 months, 3 weeks ago

LA FELICIDAD

“(…) hay [una] tristeza frívola y ligera, sin causa ni fin, ininteligente, vaga y oscura, móvil e indeterminada en sus formas, que absorbe la mente sin ocuparla, que devora el corazón sin fijarle, que embota todas las facultades del alma y las sumerge en una estéril languidez y como en un marasmo inexplicable. A esta tristeza se ha dado el nombre de melancolía (…) la enfermedad de nuestro siglo, que es en cierto modo una vergüenza parecer exento de ella, y que la mayor parte de los hombres ponen todo su conato en persuadir a los demás y en persuadirse a sí mismos de que les falta algo, de que sus almas desfallecen en este mundo, y de que sus esperanzas son demasiado altas para que puedan jamás satisfacerlas.

La felicidad ha llegado ya a parecer cosa baja y trivial: entre las más de las gentes pasa irremisiblemente por el indicio de un alma prosaica que no se halla contenta en el desierto de esta vida sino porque se satisface con poco, y que fácilmente se llena porque es demasiado estrecha para contener muchas cosas. En efecto, casi siempre la melancolía tiene su origen en el orgullo, y esto es acaso lo más evidente que hay en la naturaleza de ese mal, en todo lo demás tan oscuro e indefinible. Todos los que le padecen se quejan de que no los comprenden, lo que es un medio más diestro y más modesto de dar a entender que son demasiado superiores a la multitud para que esta los comprenda, y que viven aislados porque tienen la desgracia de estar colocados en demasiada altura. Quisieran que los otros los juzgasen tales cuales se juzgan ellos a sí mismos, y meter tanto ruido en el mundo como meten en su propio corazón.

La tristeza que procede del orgullo separa de los hombres e indispone contra ellos. El que está atacado de esta enfermedad no puede perdonar a los demás el poco caso que hacen de él, y para vengarse de ellos los toma en odio o en lástima, y desahoga así su orgullo humillado o su vanidad ajada.

A cualquier parte a donde uno vuelva los ojos en el día está seguro de encontrar algunos arrogantes insensatos que, exagerándose su mérito y sus fuerzas, aspiran a cosas demasiado altas, y llevan demasiado lejos sus deseos o sus esperanzas. Defraudados en sus ambiciosos proyectos, y no pudiendo conseguir ocupar a los demás con la fama de sus hechos, prefieren acusar a la sociedad de injusticia a convenir en que se han engañado: por todo pasarían antes que por creer que se han hecho ilusión estimándose en más de lo que valen en efecto.

A veces la melancolía proviene de esos desengaños prematuros que muchas veces inician a un joven en los misterios más dolorosos de la vida, antes de que la experiencia haya fortificado su carácter y corroborado su juicio. Al que en su juventud se ha visto vilmente abandonado por un amigo débil e inconstante, o vendido más vilmente aun por un hombre falso y disimulado, suele serle muy difícil a veces reponerse del abatimiento en que necesariamente deben sumergir su alma tan crueles desengaños. Aplicando a los otros hombres a quienes no conoce la medida que está precisado a aplicar a los que le han engañado, confunde a la sociedad entera en una aversión común. Su juicio sobre los hombres se forma bajo la impresión que ha producido en él la injusticia de que ha sido víctima, y para no volver a ser engañado, cree que ya no le queda otro medio que una desconfianza universal de los hombres o un soberano desprecio hacia ellos.

[Otras] Muchas veces la melancolía no es más que una forma más disimulada del remordimiento. Es difícil que la alegría ilumine un alma oscurecida por el pecado, y la tristeza que éste deja en el corazón no es entonces más que la sensación del vacío que ha ocasionado en él.”

Las horas serias de un joven” – Mons. Carlos Sainte Foix

#FELICIDAD

4 months, 3 weeks ago

PERFECCIÓN ESPIRITUAL

“[Dice] Pieper que “en todo el tratado de Santo Tomás sobre la humildad y la soberbia no se encuentra ni una frase que dé pie a pensar que la humildad pueda tener algo que ver, como tampoco lo tiene ninguna otra virtud, con una constante actitud de autorreproche, con la depreciación del propio ser y de los propios méritos o con una conciencia de inferioridad

La humildad se relaciona, en primer lugar, con la inteligencia (…) No puede haber humildad sin un adecuado conocimiento de sí mismo [por eso dice] san Agustín: Señor, que te conozca y que me conozca (…) la verdad sobre nuestras miserias es un buen punto de partida para la humildad; pero muchos no [entienden] que la verdad que está en la base de la humildad es la verdad íntegra, que incluye también nuestros aspectos positivos. “La humildad debe fundarse en el conocimiento verdadero y recto de nuestro ser, de nuestros méritos, tanto en el orden de la naturaleza cuanto en el orden de la gracia”. Nuestros dones y méritos no obstaculizan la humildad porque todos ellos son esencialmente participados y recibidos de Dios. “¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo has recibido, ¿por qué te glorias como si no lo hubieras recibido” (1Co 4, 7).

la humildad (…) ordena el “apetito de excelencia” De hecho, la soberbia no es el apetito de la propia excelencia sino el apetito desordenado de esta última. Esto supone que hay un honor recto, y, además, que toca a la virtud procurarlo. Este honor o excelencia de la que aquí hablamos no es otra cosa que el reconocimiento de los dones que objetivamente tenemos en cuanto recibidos de Dios; la humildad no se contrapone al reconocimiento de los mismos, sino a su exageración o al olvido (voluntario) de su carácter de recibidos (participados).

(…) La humildad es un hábito que, basándose en la verdad presentada por la inteligencia, modera el apetito para que éste ocupe su justo lugar ante Dios y ante el resto de los hombres. “Refrena la esperanza o confianza en sí mismo”, dice Santo Tomás (…) Refrena el deseo de la propia excelencia o exaltación indebida, la búsqueda de honores que no corresponden a los auténticos méritos de la persona.

Desde este punto de vista la humildad conduce a la justicia, porque establece la respectiva posición de Dios y del hombre. Se concreta en una doble dirección: una hacia el superior, otra hacia el igual y el inferior. Hacia el superior, especialmente respecto de Dios, se manifiesta como “la virtud de saber ocupar el puesto de creatura”, es la actitud correcta de la criatura ante el dominio absoluto de Dios. Hacia el igual y el inferior se manifiesta en el respeto por los dones que Dios ha puesto o puede llegar a poner en los demás. Pero la humildad cristiana tiene otro aspecto esencial y exclusivamente suyo (no lo conoce ninguna otra religión o filosofía) y es la humildad del superior frente al inferior, el inclinarse del grande hacia el pequeño, que es lo que Dios mismo hizo en Cristo.

(…) ante Dios jamás podemos rebajarnos lo suficiente como para dejar clara la distancia infinita que va de la creatura al Creador. Ninguna humillación (es decir, rebajamiento) sería excesivo en este sentido. Hasta a una santa Catalina que se definía “nada”, Dios la corrige para decirle: “nada más pecado”. El beato Allamano recordaba a aquel predicador que decía a sus ejercitantes sacerdotes: “¡Todos somos polvo! Monseñor polvo, Padre polvo, Canónigo polvo, Párroco polvo, todos polvo!” Y añadía: “Asimilemos. Nunca seremos suficientemente humildes”.

la humildad no es la más importante de las virtudes; pero sin ella cualquier otra virtud carece de solidez (…) Nobleza, riqueza, talentos, ciencia, belleza, virtudes, y todos los demás dones naturales, ¿qué son sino el poncho regalado a un mendigo?”

Naturaleza y Educación de la Humildad” – Padre Miguel Ángel Fuentes I. V. E.

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