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*Define claramente qué tipo
de persona deseas ser.
¿Qué tipo de persona deseamos ser?
¿Cuáles son nuestros ideales personales? ¿A quién admiramos? ¿Cuáles son los rasgos especiales de las personas a las que quisiéramos imitar?
Es tiempo de dejar de ser imprecisos. Identifiquemos claramente qué tipo de persona de seamos llegar a ser. Si llevamos un diario, escribamos en él a qué aspiramos, para poder tomar como referencia esta auto-definición. Describamos con precisión la actitud que deseamos adoptar, para poder mantenerla cuando estemos solos o en compañía de otras personas.
Epicteto*
*e infelicidad? No.
Si buscamos la verdadera sabiduría y somos sinceros, será necesario que trabajemos sobre nosotros mismos. Será preciso superar muchas apetencias malsanas y reacciones viscerales.
Debemos considerar de nuevo con quiénes nos
relacionamos.
¿Son nuestros amigos y conocidos gente de valor?
Su influencia — sus hábitos, valores y comportamiento — nos hace crecer, o refuerza los hábitos descuidados de los
que deseamos escapar?
Vivir la vida con sabiduría, al igual que todo lo demás, tiene un precio.
ES posible que, al hacerlo, se nos ridiculice, y que incluso terminemos mal en todos los aspectos de nuestra vida pública: en nuestra carrera, posición social y situación legal.
Una vez que hayamos meditado con cuidado sobre los elementos que conforman el esfuerzo por llevar una vida superior, aventurémonos a seguirla con nuestra mejor disposición. Hagamos los sacrificios necesarios que constituyen el precio por el más digno de los propósitos: la
libertad, la serenidad y la tranquilidad.
No obstante, si al evaluar con honestidad nuestro temple, no somos idóneos o no estamos preparados, liberémonos del engaño y adoptemos un camino diferente y más realista.
Si nos esforzamos por ser lo que no somos
o buscamos obtener algo que se encuentra mucho más allá de nuestras actuales capacidades, terminaremos siendo unos patéticos aficionados que intentan ser primero personas sabias, luego burócratas, luego políticos, luego dirigentes cívicos.
Estos papeles no son coherentes; no podemos saltar en todas direcciones, a pesar de cuan atractivas sean, y al mismo tiempo vivir una vida integrada y fructífera.
Sólo podemos ser una persona — buena o
mala.
Tenemos dos opciones esenciales:
O bien nos dedicamos a desarrollar la razón, apegados
a la verdad, o bien perseguimos todas las cosas
exteriores.
La opción es de cada uno y sólo de cada uno. Podemos dedicar nuestras capacidades al trabajo interno, o perdernos en las cosas externas; es decir, podemos ser personas sabias
o seguir los caminos trillados de los mediocres.*
*Epicteto decía:
Considera primero cada situación,
después sus consecuencias, y luego actúa
Cultivemos el hábito de examinar y someter a
prueba cada posible acción antes de emprender la. Antes de proceder, retrocedamos y contemplemos el cuadro total, para no obrar precipitadamente movidos por el impulso.
Determinemos qué sucede primero, a qué lleva esto, y luego
intentemos actuar de acuerdo con lo que hemos aprendido.
Cuando actuamos sin circunspección, podemos iniciar una tarea con gran entusiasmo, pero luego, cuando aparece alguna consecuencia imprevista o indeseada, retrocedemos avergonzados y llenos de arrepentimiento: "He debido hacer esto; podría haber hecho lo otro; he debido hacerlo de otra manera".
Supongamos que deseamos triunfar en los Juegos Olímpicos.
Eso está muy bien, pero consideremos cabalmente qué compromiso estamos adquiriendo.
¿Qué implica tal deseo? ¿Qué debe
suceder primero? ¿Y luego? ¿Qué se requerirá
de nosotros? ¿Y de allí qué? ¿Es todo este proceso realmente beneficioso para nosotros? Si así
es, prosigamos.
Si deseáramos triunfar en los Juegos Olímpicos, para prepararnos adecuadamente sería
preciso que siguiéramos un régimen estricto que
nos llevaría a los límites de nuestra resistencia.
Tendríamos que someternos a reglas exigentes,
seguir una dieta apropiada, renunciar a los dulces y a los postres, ejercitarnos con vigor en el calor y en el frío, y dejar la bebida. Sería necesario obedecer las instrucciones de nuestro entrenador como si fuese nuestro médico. Luego,
cuando finalmente llegáramos a competir, podríamos terminar en una zanja, con un brazo o un tobillo lastimado, y con el rostro metido entre el lodo. Y después de pasar por todo esto podríamos, además, ser derrotados.
Después de haber contemplado todas estas
posibilidades — conscientes de todo lo que pue de ocurrir y de sus consecuencias — y si nuestro deseo es aún imperioso, ejercitemos nuestro juicio. Si el cuadro total todavía parece ser beneficioso, entonces ingresemos a los Juegos con decisión y entusiasmo.
Al considerar el cuadro total, nos diferenciamos del mero aficionado, de quien participa en algo sólo mientras se siente cómodo o interesado. Eso no es noble. Es necesario pensar las cosas concienzudamente y comprometernos por
completo; de lo contrario, seremos como los niños que fingen ser unas veces un luchador, otras un soldado, otras un músico o un actor en una tragedia.
A menos que nos entreguemos por completo a nuestras actividades, seremos vacíos, superficiales y jamás desarrollaremos nuestros dones
naturales.
Todos conocemos personas que, como simios, imitan lo que consideran atractivo en el momento, pero luego su entusiasmo y esfuerzo decaen, y abandonan sus proyectos en cuanto resultan demasiado rutinarios o exigentes.
Un espíritu tibio no tiene fuerza. Los esfuerzos tentativos conducen a resultados tentativos.
La gente común se entrega a sus labores precipitadamente y sin cuidado. Quizás encuentre una figura ejemplar y se inspire en ella para superarse. Todo eso está muy bien y es bueno hacerlo, pero debemos considerar primero la verdadera naturaleza de nuestras aspiraciones y
compararla con nuestras capacidades.
Seamos honestos con nosotros mismos. Evaluemos con claridad nuestras fortalezas y debilidades.
¿Poseemos lo que hace falta para competir en los Juegos?
Ser un luchador, por ejemplo, requiere tener una fuerza extraordinaria en los hombros, la espalda y los muslos.
¿Tenemos la destreza física y la agilidad que nos
permita ser uno de los mejores en ese deporte?
Una cosa es querer ser campeón o hacer algo
con habilidad, y otra cosa es serlo en realidad y
hacerlo con habilidad consumada.
Diferentes personas están hechas para diferentes cosas.
Así como se requieren ciertas capacidades para sobresalir en un ámbito particular, también se requieren ciertos sacrificios.
Si deseamos sobresalir en el arte de vivir con sabiduría, ¿creemos, acaso, que podemos comer y beber en exceso, o continuar sucumbiendo a la ira y a nuestros hábitos de frustración 👇*
ORACIÓN PARA EL GUERRERO
Los Poderes De La Vida
Aivanhov Omraam Mikhael
👆👆👆
Es la palabra mágica la que tiene
el poder de atar y desatar. Pero los humanos no han sabido conservar ese poder, porque perdieron el control de sus pensamientos y de sus sentimientos. Y
hablan, hablan sin saber lo que dicen ni por qué lo dicen. #BENDICION *¿Es eficaz una bendición? Eso depende de quien la pronuncia y del que la
recibe. La palabra bendecir significa: decir buenas cosas en el sentido de:pronunciar palabras que aporten el bien. La verdadera bendición es pues un acto
de magia blanca. Para llevar a cabo este acto de magia blanca, el hombre debe ser desinteresado, puro, dueño de sí.
En cuanto a quien recibe esta bendición, al
menos debe ser receptivo, deseoso de mejorarse y de trabajar para el bien. Siesas condiciones no se cumplen, evidentemente la bendición es ineficaz. A pesar
de ello, siempre es bueno conservar ese rito de la bendición con la esperanza de que, algún día, cuando los humanos tomen conciencia de su significado, se
convierta en una palabra, un gesto eficaz.
Qué confianza en el poder de la palabra!
Pero lo repito: para tener poder, la palabra debe ser dominada.
Muchos arrojan palabras a diestro y siniestro como cerillas encendidas
que provocan incendios por doquier, en su familia, entre sus amigos, en su lugar de trabajo. ¡Cuántas rupturas y tragedias provienen de algunas palabras poco
afortunadas dichas cuando no era necesario! Con la palabra se construye una amistad, y con la palabra se la destruye y se crean enemigos. ¿Es realmente tan
difícil contener la lengua?Quienes conocen el poder de la palabra prestan mucha atención en no
decir nada negativo, porque saben que los espíritus maléfico s se apoderan de sus palabras y, tarde o temprano, las realizan. La palabra es como un soporte
material que les proporcionáis; ellos se apoderan de él y lo utilizan para la ejecución de sus malos designios. Así que, cuidado, puesto que aunque no
penséis realmente las malas palabras que pronunciáis, las entidades malignas pueden servirse de la materia de esas palabras para realizadas, y no podréis
reprochárselo: fuisteis vosotros quiénes no debisteis proporcionarles las condiciones de hacer el mal.
En muchos países la gente tiene la costumbre de maldecir; por cualquier
cosa maldicen a sus padres, a sus hijos, a sus vecinos, a sus amigos... Esta es una muy mala costumbre, ya que las palabras crean las condiciones para que ocurran
las desgracias. Hay que estar por tanto, muy vigilantes, y cuidar así mismo de no terminar una conversación con palabras negativas respecto a alguien, porque
existe una ley por la cual esas palabras continúan trabajando negativamente.Incluso si os veis obligados a criticar a alguien, no acabéis hablando sobre sus
defectos, porque la ley está hecha de tal forma que, antes de caer sobre él, ¡esas palabras negativas vendrán a destrozaros a vosotros mismos, primero! Terminad
siempre con palabras positivas diciendo: «Tiene sin embargo algunas buenas cualidades», mencionadlas y deteneos ahí.
Hay mucha gente que habla sin pensar, imaginando que si se equivoca ova demasiado lejos, les bastará con reparar. No. Ya os conté la anécdota a
propósito de Mahoma, a quien un hombre fue a preguntarle cómo podía reparar el mal que había causado calumniando a su vecino. Mahoma le dijo: «Coge unas
cuantas plumas y coloca una ante cada casa de la calle.» Al día siguiente, el hombre le dijo: «Ya está, hice lo que me ordenaste.» Entonces Mahoma dijo:
«Ahora ve a buscar esas plumas y tráemelas.» El otro se va y vuelve,avergonzado, diciendo, «Busqué por todas partes y no encontré nada: todas las plumas han volado. - Pues bien, dijo Mahoma, así ocurrió con las palabras: ya no puedes atraparlas, han volado.*
O.M.A
***Armoniza tus acciones con la vida como realmente es.
No intentemos inventar nuestras propias reglas.**
Comportémonos en toda ocasión — grandiosa
y pública, o insignificante y doméstica — según
las leyes de la naturaleza. Armonizar nuestra voluntad con la naturaleza debe ser nuestro máximo ideal.
¿Dónde practicamos este ideal? En los detalles de nuestra vida cotidiana, con sus tareas y deberes particulares. Cuando llevemos a cabo estas tareas — tales como tomar un baño — hagámoslo, en cuanto nos sea posible, en armonía
con la naturaleza.
Cuando comamos, hagámoslo, en cuanto nos sea posible, en armonía con la naturaleza, y así sucesivamente.
No es tan importante lo que hacemos, sino
cómo lo hacemos. Cuando comprendamos a
cabalidad este principio y vivamos de acuerdo
con él, aun cuando surjan dificultades — pues
éstas también son parte del orden divino — será
posible mantener la paz interior.*
Epicteto
*Distingue entre lo que puedes controlar
y lo que no puedes controlar.
La felicidad y la libertad comienzan con la clara
comprensión de un principio: algunas cosas se
encuentran bajo nuestro control y otras no.
Sólo cuando enfrentamos esta regla fundamental y
aprendemos a distinguir entre lo que podemos
controlar y lo que escapa a nuestro control, es posible la serenidad interior y la eficacia externa.
Bajo nuestro control están nuestras opiniones, aspiraciones, deseos y lo que nos repugna.
Tales ámbitos nos incumben, pues están directamente sometidos a nuestra influencia. Siempre podemos elegir el contenido y el carácter de nuestra vida interior.
Sin embargo, fuera de nuestro control están
cosas tales como el tipo de cuerpo que tenemos,
si nacemos en la abundancia o hacemos fortuna, la opinión que los demás tienen de nosotros
y nuestra posición en la sociedad.
Debemos recordar que todo esto es externo y, por lo tanto, no debe preocuparnos. Tratar de controlarlo o
cambiarlo sólo produce tormento.
Recordemos: las cosas que están dentro de
nuestras posibilidades se encuentran natural mente a nuestra disposición, libres de toda restricción u obstáculo; pero aquéllas que están fuera de nuestro alcance son débiles, dependientes o determinadas por los caprichos y acciones de otros.
Recordemos, también, que si creemos
que tenemos poder sobre cosas que naturalmente se encuentran más allá de nuestro control, o si intentamos asumir los asuntos de los demás como propios, nuestros esfuerzos serán desviados y nos convertiremos en personas frustradas, ansiosas y criticonas.
Epicteto*
ENEMAS con AGUA DE MAR. Desparasitación. Zapper
Beneficios Inesperados Del Aceite De Coco
Fran Suarez
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