Memoria de san Juan, obispo de Constantinopla y doctor de la Iglesia, antioqueño de nacimiento, que, ordenado presbítero, llegó a ser llamado “Crisóstomo” por su gran elocuencia. Gran pastor y maestro de la fe en la sede constantinopolitana, fue desterrado de la misma por insidias de sus enemigos, y al volver del exilio por decreto del papa san Inocencio I, como consecuencia de los malos tratos recibidos de sus guardianes durante el camino de regreso, entregó su alma a Dios en Gumenek, localidad del Ponto, en la actual Italia, el catorce de septiembre. (407).
Del Martirologio Romano.

"No todo el que me diga 'Señor, Señor' entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos". Esto lo dice Jesucristo en el Evangelio según Mateo 7:21.

Este versículo es parte del Sermón del Monte, en el que Jesús enseña sobre la importancia de vivir según la voluntad de Dios, más allá de las palabras o profesiones de fe. Jesús advierte que no basta con simplemente llamarlo "Señor" o profesar fe en Él, sino que se requiere una obediencia activa a la voluntad de Dios.

Los cristianos creemos en un sólo Dios, que es Padre, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible, que es Uno y también Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo (Símbolo Niceno-Constantinopolitano).
Al ser Dios creador paternal es Creador y Padre de toda su creación, no hay nada que pueda existir fuera de Él (Hechos 17: 26-28), ni otra Verdad o "Dios" fuera de Él, pues es el ser mismo, es: «Yo Soy el que Soy» o «Yo Soy» (Éxodo 3:14; Juan 8:58). Por Él todo fue hecho y sin Él nada es (Juan 1:3), “Si Él no quiere, no aparece el sol, y si Él las tapa, no lucen las estrellas.
Él solo desplegó la bóveda de las estrellas y camina por encima de los mares. Él ha dispuesto la Osa y Orión, las Pléyades y las Cámaras del sur, hace cosas tan grandes que son insondables, y maravillas que no pueden contarse” (Job 9: 8-10).

Sabiendo estas premisas fundamentales de la fe cristiana, no se pueden negar destellos de esta única Verdad en otras religiones, pues Dios, siendo el Omnipotente Creador lo llena todo con su Espíritu y todo puede conducir a Él, así como lo decía san Pablo de Tarso:

"Porque de Él, y por Él, y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos de los siglos" (Romanos 11:36).

"Porque en Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles... Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten" (Colosenses 1:16-17).

Así pues, el Dios de los cristianos es “Aquel que Es», es el Alfa y el Omega, es la Verdad; es el Logos, Verbo o la Palabra encarnada.

«Todo el que es de la verdad escucha mi voz» (Juan 18:37).

Amar la vida, abrazar la muerte, despreciar el ego.

El cristianismo no es objeto de una creencia, sino una práctica capaz de "curar" el alma enferma. Por esta razón no tiene sentido preguntarse por la verdad o falsedad del Cristianismo:

«Está claro que la esencia de la religión no puede vincularse al hecho de que se habla, o mejor dicho: si se habla, entonces esto es parte de la acción religiosa y no es una teoría. Por tanto, no importa si las palabras son verdaderas, falsas o sin sentido».

—Ludwing Wittgenstein | Conversaciones en el Círculo de Viena.

«De ahí que la crítica esté en su perfecto derecho, cuando obliga al Estado [cristiano prusiano] que invoca la Biblia, a reconocer lo torcido de su conciencia [...] desde el momento en que la vileza de sus fines culturales, cuando trata de encubrirlos con [el manto de] la religión, se hallan en flagrante contradicción con la pureza de su conciencia religiosa».

—Karl Marx | Sobre la cuestión judía.

«[Platón] Poeta, antes de volverse filósofo a causa de Sócrates, y escritor, a causa de la enseñanza de esa materia que la escuela de Atenas venía de adoptar, abandonó el mundo de la oralidad para, a partir de sus recuerdos, fijar en la escritura la palabra de su maestro y de sus condiscípulos. Aunque, convertido en filósofo y autor, puso por encima de las «palabras aladas» de los poetas la superioridad del pensamiento y la reflexión del mundo escrito —su pleito con Homero y los poetas aparece a lo largo de su obra—, no dejó de ser un poeta —sus Diálogos están llenos de mitos y fábulas que expresan la profundidad de su pensamiento y el de su maestro. Por lo mismo tampoco dejó de ver en la escritura un pharmakon, es decir, una droga, al mismo tiempo remedio y veneno. Quizá por ello inventó el diálogo, que imita la fuerza del habla, en la que Sócrates se expresó: un hilar el discurso a través de la mayéutica, el arte de las parteras, el arte de dar a luz, de sacar lo que estaba en la oscuridad a la existencia [...].

—Javier Sicilia | La desencarnación de la palabra.

«Dios es en absoluto la fuente originaria de cada ser; pero este principio creativo de todas las cosas–el ?????, la razón primordial– es al mismo tiempo un amante con toda la pasión de un verdadero amor. Así, el ???? es sumamente ennoblecido, pero también tan purificado que se funde con el ?‌???? ».

—Joseph Ratzinger (Benedicto XVI), Carta Encíclica «Dios es amor».

«En alguna parte el viento soplaría entre los pinos al amanecer; en alguna parte, cuando él se entreabriera su kimono, el frío aire de la costa le haría correr estremecimientos por toda la piel; en alguna parte la sangre bañaría su cadáver y llegaría hasta el tronco del pino rojo bajo el cual se hallaría. Y su sangre resplandecería a los rayos del sol naciente».

–Yukio Mishima, Caballos desbocados

«Eros es el que da paz a los hombres, calma a los mares, silencio a los vientos, lecho y sueño a la inquietud. Él es el que aproxima a los hombres, y les impide ser extraños los unos a los otros; principio y lazo de toda sociedad, de toda unión amistosa, preside a las fiestas, a los coros y a los sacrificios. Llena de dulzura y aleja la rudeza; excita la benevolencia e impide el odio. Propicio a los buenos, admirado por los sabios, agradable a los dioses, objeto de emulación para los que no lo conocen aún, tesoro precioso para los que le poseen, padre del lujo, de las delicias, del placer, de los dulces encantos, de los deseos tiernos, de las pasiones; vigila a los buenos y desprecia a los malos. En nuestras penas, en nuestros temores, en nuestros disgustos, en nuestras palabras es nuestro consejero, nuestro sostén y nuestro salvador. En fin, es la gloria de los dioses y de los hombres, el mejor y más precioso maestro, y todo mortal debe seguirle y repetir en su honor los signos de que él mismo se sirve, para derramar la dulzura entre los dioses y entre los hombres».

—Himno poético a Eros de Agatón de Atenas | Simposio (Banquete) o de la Erótica de Platón.

«Es cierto; no hay más que dos maneras serias de vivir: la manera religiosa y la manera militar —o, si queréis, una sola, porque no hay religión que no sea una milicia ni milicia que no esté caldeada de sentimiento religioso—; y es la hora ya de que comprendamos que con ese sentido religioso y militar de la vida tiene que restaurarse España».

—José Antonio Primo de Rivera, Doctrina de la revolución española