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Tan pronto clamamos por un mesías bajo cuyos encantos nos dejemos pastorear, como sin medida lo crucificamos al siguiente instante amamantados y contaminados de la primera arenga que los medios de comunicación propalan contra él. Ese hooliganismo cainita que tanto nos caracteriza. Ese hooliganismo irreflexivo y visceral, posiblemente origen silencioso de que España sea incapaz de escapar de la mediocridad en la que gusta regocijarse.
Al unísono en el que anhelamos señales celestiales que nos indiquen el advenimiento de la "buena nueva política”, de la llegada del redentor que perdone nuestros pecados, baje las estadísticas del paro, y solucione todos los problemas patrios, permanecemos salivando tal cual perros de presa, a la espera de la más mínima de sus torpezas como perfecta excusa para mostrar los caninos y devorarlo sin misericordia. En efecto, se trata de un rasgo muy español merced al que, con exactamente la misma intensidad con la que encumbramos a un hombre absolutamente normal a la atalaya de “primogénito del altísimo”, lo lapidamos acto seguido y sin mediar presunción de inocencia, bajo toneladas de injurias y calumnias. Y ojo con no hacerlo, pues no participaremos de las teledirigidas mieles de disfrutar en la cresta de la ola de lo que ahora toca: crucificar a quien ayer alabábamos como un mesías.
Y bien, pareciere que hoy es el turno de Alvise Pérez, un polémico y claroscuro personaje al que gran parte de las mismas legiones que ayer lo endiosaron y lo coronaron en latitudes supra-humanas, ahora lo apedrean al grito de traidor y estafador. Y no solo sus otrora seguidores se han apuntado ahora a gustosamente cabalgar sobre los lomos de la ola de descrédito y difamación. Más llamativos resultan algunos famosetes youtubers y comunicadores a los que suponía algo más de elegancia y objetividad, que salivando ante la inminente caída del queso de la boca del cuervo, no han tardado en aprovechar la demonización del líder de “Se acabó la fiesta”, para espetar fuertes hachazos contra el tronco del árbol caído. Deseando estaban verlo caer.
Personalmente no siento ninguna especial simpatía por Alvise Pérez, pero aún menos animadversión. Simplemente sé reconocer en el muchacho una gran labor de investigación y lucha contra la corrupción, para la cual hay que tener unos cojones como el “caballo de espartero”. Dicho lo cual, tristemente observo como, siempre tan presente la idiosincrasia española, se escoran las masas hacia enfrentadas posiciones en torno al personaje. Los unos, exhibiendo un hooliganismo enfermizo colocando en la posición de mesías redentor a quien solo es un hombre. Los otros, ahora mayoría, meticulosamente dirigidos por los medios de comunicación para participar de la lapidación masiva.
Esto advertíamos en este canal en los prolegómenos del verano. La creación vía Real Decreto (Real Decreto 568/2024) de una Red Estatal de Vigilancia en Salud Pública, en cuya "Disposición Final Tercera" se ordenaba la creación de específicamente el "Sistema de información de Vacunaciones e Inmunizaciones", para el control y registro de la información sobre la vacuna (o su negativa) de absolutamente todos los españoles.
Pues efectivamente, aquel anuncio de mayor control sobre las masas se está haciendo realidad, y en este casi imperceptible presente se está tramitando lo ordenado por su disposición tercera, dando vida al fin al proyecto de real decreto por el que se regula precisamente eso, el sistema de información de vacunaciones e inmunizaciones (sivain). A lo largo de un proyecto de nada menos que 58 páginas, el Gobierno (a través del ministerio de Sanidad) hace toda una exhibición de cabriolas argumentativas para, basándose en la experiencia con el “Covid”, justificar que tanto vacunados como no vacunados (de cualquier enfermedad), deben ser objeto de conversión en una obligada estadística.
Dicho de otra forma, no sólo se van a cerciorar de ostentar el absoluto control sobre la población vacunada, sino más aún, y esto es lo que realmente y en clave sociológica les interesa, asegurarse de la vigilancia del disidente esquivo no inoculado. Es este último a quien necesitan controlar, pues en la negativa de sometimiento a la aguja, ruge con fuerza el corazón bravo de una parte de la población que se niega a ser masa. Que se niega a rendir pleitesía. Que se niegan a ser esclavos.
El pasado martes día 17, el Gobierno de Pedro Sánchez, en cuya vitrina de la historia se expondrá entre otros muchos episodios, su famoso e inexistente “comité de expertos”, aprobó en su Consejo de Ministros nada menos que “31 medidas para reforzar la transparencia, el pluralismo y el derecho a la información”. El chiste se cuenta solo. En fin…
Pues efectivamente, este Gobierno de “comités de expertos de juguete”, aprobó este pasado martes un paquete de 31 medidas para reforzar la transparencia, en un muy silencioso y sutil paso en el que, so pretexto de proteger la veracidad de la información, van a cercar en un nuevo laberinto legislativo de vigilancia a quienes osen divergir de la versión oficial. Es decir, de la versión que en cada momento se contornee en un baile al son de los intereses del emperador de la Moncloa.
“El Plan de Acción por la Democracia” (así lo llaman sus muñidores) se concreta en reformas tales como la Ley 9/1968, de 5 de abril, sobre secretos oficiales y la Ley Orgánica de derecho al honor y a la propia imagen, entre otras, y muy especialmente, en el impulso de la “Ley de secreto profesional de los periodistas como garantía jurídica para la protección de fuentes y para la protección de los periodistas contra demandas planteadas con el único fin de intimidarles en el ejercicio de sus funciones”.
En suma, este “plan de acción por la Democracia”, cuyos autores son los mismos que nos aseveraban sin fisuras que existía un súper comité de expertos, pretende en esta nueva contienda legislativa, no sólo silenciar a quienes pongan en entredicho al actual Gobierno, sino además y con más fuerza, amordazar y judicializar a quienes simplemente se atrevan a pensar. La persecución política y judicial viajará más allá de los confines del pensamiento divergente, para comenzar a construir las alambradas sobre la vida de quienes tan solo accionen la máquina del cerebro para generar pensamiento nuevo y nunca antes escrito. No les molesta tanto que se piense distinto a ellos, como detectar que surgen pequeños conatos de gente capaz de generar pensamiento nuevo y genuino.
Y bien, en el seno de este archi plan pergeñado por el gobierno de Sánchez, se aprobará una Estrategia Nacional de lucha contra campañas de desinformación. Ergo, una campaña ad hoc contra todos aquellos que el Gobierno, en virtud de futuras leyes fabricadas a su merced, considere que no se arrodillan (todavía) a rendir la suficiente pleitesía al “césar socialista”.
Los partidos políticos son el verdadero cáncer. Si, lo son. La Constitución Española presenta ya no pocas fisuras y grietas derivadas de su propia construcción en 1978, pero el detonante de su definitiva inmolación vendrá de la presencia de los partidos políticos. Aparentemente democráticos por mandato constitucional, desembocan éstos una y otra vez en el mesianismo político, encumbrando al “líder” de los mismos en una especie de mesías que multiplicará los panes y los peces para su fiel parroquia y les devolverá al prometido paraíso. De esta forma, se genera un hooliganismo de cerradas filas en torno al “indiscutible jefe de la tribu”, merced al cual quien no rinda la debida pleitesía a éste, será postrado en el ostracismo del propio partido, y aplastado por el obediente rebaño.
Pero no nos engañemos, este perverso adiestramiento de ingentes hordas de hooligans en torno a la adoración del ungido, no es una connotación que haya de predicarse exclusivamente de un determinado partido político o de una facción concreta del espectro ideológico español. El adiestramiento de las masas, merced a los muy bien diseñados mantras (cuidadosamente estudiados por los servicios sociológicos del partido) en aras a aplaudir como focas en los mítines y rendir perenne ovación al jefe del partido se ha dado, se da, y se dará sin excepción, en absolutamente todos los partidos políticos. En absolutamente todo el espectro ideológico del imaginario colectivo patrio se produce exactamente el mismo fenómeno mesiánico. De una parte, legiones de hooligans arrodillándose en alabanza ante el nuevo redentor. De otra, un jefe de filas absolutamente engolado, coronado en lo más alto de su propio ego, y encantadísimo de haberse conocido así mismo.
Esto son los partidos políticos, un binomio mesías-hooligans en el que los prefabricados mantras reinan e impregnan el inconsciente colectivo de la masa, manteniendo al orbe incólume en el sofá a la espera de que su mesías le arengue una nueva bienaventuranza con la que reafirmarse en su zona de confort. Hete aquí que, precisamente ese binomio, sin excepción a derechas e izquierdas, es lo que nos ha convertido en la sociedad perfectamente esclava que hoy somos, incapaz de mascullar un solo vocablo que no sea la soflama aprendida y memorizada en las entrañas de la militancia.
En suma, no podremos aclamar libertad en tanto permanezcamos pétreos en el desierto del sistema de partidos. Y es que la libertad, per se, es enemiga de la alabanza, del excesivo elogio, del dogma, del mantra, del hooliganismo, y de la pleitesía a mesías alguno. La libertad, auténtica libertad, solo emergerá como soberana el día que constitucionalmente superados los partidos políticos, aupemos a la atalaya del poder a esos extraordinarios hombres y mujeres que se hicieron así mismos cimentando y construyendo su trayectoria sin pertenencia a sigla alguna.
En una España nutrida de hombres y mujeres verdaderamente libres e iguales, y absolutamente superada la era de los partidos políticos, el Consejo General del Poder Judicial (órgano de gobierno de los jueces) no sería susceptible de ser mercadeado y negociado. Sus magistrados serían directamente elegidos por el propio cuerpo de jueces y magistrados, sin la miserable injerencia de los partidos políticos. Solo en ese escenario, el poder judicial será al fin independiente.
En la España de libres e iguales por la que debemos luchar, los partidos políticos sólo serán un recuerdo en la vitrina de la historia constitucional.
Y con un plazo de enmiendas que termina este próximo miércoles día 26 de junio, se nos cierne una reforma estructural de nuestro Sistema Nacional de Salud, merced a la que la “universalidad de sus prestaciones”, es la columna vertebral de su texto. Y todo ello tramitado por la vía legislativa de urgencia, soslayando así el debate parlamentario que toda gran reforma (máxime cuando el erario público, es decir, nuestros bolsillos, va a sufragar la fiesta) precisa.
El Proyecto de Ley de universalidad del Sistema Nacional de Salud, pergeñado minuciosamente ad hoc por el Gobierno de Pedro Sánchez, da un paso más allá de lo "razonablemente humanitario" (un hipócrita humanitarismo de salón, que hará colapsar el sistema) en aras a convertir nuestro sistema sanitario en el vergel del planeta, en cuyos oasis desembocarán todos aquellos que en otras naciones no muy lejanas a la nuestra, encontrarían, sino la expulsión, si al menos un férreo control.
Así pues, el Artículo primero del mentado Proyecto de Ley viene a modificar la Ley 16/2003, de cohesión y calidad del Sistema Nacional de Salud, una ley que por cierto proyectó un gran resultado en aquellos años en que España aún se respetaba así misma, y tenía clara su posición en Europa y en el mundo. Hete aquí que esta ley del 2003 va a quedar absolutamente transformada, aparentemente (y con grandes dosis de demagogia) distinguiendo entre “titulares del derecho a la protección a la salud y a la atención sanitaria”, y “no titulares del mismo”. Y como os digo, con un preámbulo y exposición de motivos inmensamente más extenso que el propio articulado, se pretende esquivar y eludir lo que en realidad el texto impone: la atención sanitaria universalísima, sin distinguir en puridad entre nacionales y extranjeros.
Y en efecto, si bien el Articulo 3 de la referida Ley 16/2003 refiere a los “titulares del derecho a la protección a la salud y a la atención sanitaria”, el Articulo 3 BIS hace expresa referencia a la “protección de la salud y atención sanitaria a las personas extranjeras no titulares del derecho”, incluyendo entre sus líneas a las “PERSONAS NO REGISTRADAS NI AUTORIZADAS COMO RESIENTES EN ESPAÑA”.
PD: La solidaridad sincera para con los demás es un tesoro preciado, e incluso un valor del cristianismo a ensalzar e imitar. Más al contrario, la impostada y sobreactuada archi-solidaridad, no solo no ayuda al realmente necesitado, sino que acaba socavando y erosionando el hogar e integridad de quien ofrece la ayuda.
Y mientras observamos como el Rey traiciona su sacrosanta obligación de proteger la soberanía nacional y la igualdad de todos los españoles ante la ley, esto es lo que está sucediendo ahora mismo. En estos precisos instantes.
Y mientras observamos perplejos, pero ciegos e inmóviles, como nos enfrentan en prefabricadas facciones ideológicas para tenernos perfectamente separados, estabulados, divididos y por ende controlados, esto es lo que se acaba de publicar en el B.O.E, entrando mañana en vigor:
El Real Decreto 568/2024, de 18 de junio, por el que se crea la Red Estatal de Vigilancia en Salud Pública, en cuya "Disposición Final Tercera" se crea específicamente el Sistema de información de Vacunaciones e Inmunizaciones", para el control y registro de la información sobre la vacuna (o su negativa) de absolutamente todos los españoles.
PD: El control del disidente (vestido de control sanitario) es lo que está sucediendo mientras, enconados en tribus prefabricadas para partirnos la cara entre nosotros, se hunde el barco patrio.
La realidad es lo que sucede imperceptible a nuestros ojos, mientras nos entretienen con sus miserias.
Los resultados de las elecciones al parlamento vasco rezan de una parasitaria enfermedad cuya alargada sombra nace en el régimen del 78. Si señor, en la mismísima Constitución de 1978, en cuyo seno, muy angelicalmente presentado a los españoles de entonces como texto de infinitas libertades e igualdad entre hermanos, se generaría el carcinoma que después se extendería en postizas y sobreactuadas nacionalidades con vocación de independencia. Y es que la propia Carta Magna, en su titulo XVIII (de la Organización Territorial del Estado), es la gran responsable, el alfa y omega de que hoy, España y su soberanía, estén hechas jirones. Un texto constitucional que, so pretexto de la reconciliación de las dos Españas, introdujo las autonomías y nacionalidades, dotándoles de Estatutos de Autonomías con proyección cuasí-federal.
Aquél invento autonómico, aplaudido por quienes soñaban con construir sus propios cortijos, es lo que precisamente nos ha traído a esta perversa, y me temo que sin vuelta atrás, irespirable atmósfera. Obvio es que la ley electoral, en connivencia con una nada desdeñable parte de la sociedad que como los lemmings (roedores del ártico que para autorregular la especie, tienen por costumbre lanzarse en manada despeñándose contra las rocas), se suicidan cada vez que visitan las urnas, horada la senda hacia la desintegración del gran imperio que otrora fuimos. Ello no obstante, y aunque siempre las moscas, por miles, tienden a nutrirse de mierda, con una Constitución sin Autonomias, seríamos exactamente los mismos españoles desde Irun hasta Cádiz, sin tener que compartir tan exquisito menú con los independentistas.
En suma, el lamentable resultado en las elecciones vascas (como a buen seguro, idéntico será en las catalanas), no es solo consecuencia del odio inoculado durante lustros en aquellas tierras españolas. Es consecuencia más bien y principalmente , de una Carta Magna, la del 78, que excretó la primera célula cancerosa con desenlace en la brutal metástasis que ahora parasita a España. Que nos parasita a todos, arrastrándonos al fango de quienes amargados, viven en el constante odio. En el odio a sus propios hermanos.
Y es que cuando el Estado, en sus muy distintas formas, supera a la nación, ésta acaba destruyéndose así misma.
Estoy orgulloso, sí. Orgulloso de que, en aquellos tristes y aciagos días en que una nada desdeñable parte del pueblo español se convertía en la Gestapo de la vacuna, no sucumbí a las presiones de la masa. Y como yo, miles de compatriotas se negaron en rotuno a postrarse en cobarde pleitesía al rodillo del Estado. Se nos señaló como apestados y peligro público. Se nos humilló y censuró, negándonos la entrada en cualquier establecimiento. Se nos persiguió y señaló en imitación de aquellos pretéritos tiempos en los que el disidente, por el solo hecho de discernir y poner en entredicho el mantra oficial, corría el riesgo de un fatal desenlace.
No obstante, siendo lo anterior propio de los totalitarismos más abyectos, lo más hiriente fue observar y constatar cómo miles de compatriotas a los que otrora considerábamos “familia”, se unieron al ensordecedor balido del rebaño enarbolando su dedo índice para delatar al que, todavía incólume en el valiente escepticismo propio de sociedades libres y avanzadas, se atrevía a cuestionar las verdaderas motivaciones de aquel masivo pinchazo.
Estoy orgulloso, sí. Orgulloso de permanecer impertérrito ante lo que para mí, al igual que para muchos colegas que aún mantienen sus venas intactas, no era sino el mayor experimento psicológico y sociológico de todos los tiempos. Un experimento a gran escala merced al que cerciorarse, una vez más, de que bajo la rúbrica del miedo (especialmente el miedo a no balar al unísono de las masas), todo un pueblo respondería como lo hizo, vendiendo su dignidad y libertad a cambio de algunas migajas de aparente confort y seguridad.
En suma, estoy orgulloso de todos aquellos hombres y mujeres que, ante la potencial posibilidad de perder incluso su trabajo, apostaron por la auténtica libertad por encima de la seguridad y el confort de la tribu.
Podemos mentir a los demás, más en la soledad de la noche, cuando el espejo se vuelve sincero y su reflejo nos azota, no a nosotros mismos. Un espejo que nos recuerda, antes de salir en un nuevo amanecer para representar un papel en el asfalto, que nuestro más sagrado templo, nuestro cuerpo, fue profanado sin consentimiento.
PD: ¿Voluntariamente?. Los cojones!!
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