???? ???????? (1999)
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Desde que fuera construida hace 130 años la Casa de La Colina, un edificio tan gótico como tenebroso, se levanta solitaria y rodeada de múltiples leyendas y rumores que hablan sobre muertes trágicas. Intrigado por el pasado de la mansión el Dr. David Marlow forma un equipo con otras tres personas: Theo, una exuberante bisexual, Nell, mujer sensible que acaba de escapar del control familiar, y Luke Sannerson, el cínico del grupo, para ir a la deshabitada casa y realizar un estudio sobre la naturaleza del miedo. Y la casa se encargará de despertar el miedo de sus inquilinos...

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Cada día, a las tres de la tarde, sus compañeros recogían sus pertenencias y se marchaban apresurados, y ella comenzaba su turno, completamente sola en la recepción. Ninguno de ellos se molestaba en despedirse, y la frialdad con la que la trataban le dejaba una sensación de aislamiento cada vez más palpable. El edificio, en su mejor época había albergado numerosas oficinas, ahora sólo contaba con un puñado de ellas en funcionamiento. El resto de la tarde y hasta caer la noche, Mariana se encontraba sola en los amplios y oscuros pasillos.

Pronto, lo que al principio era una incomodidad rutinaria comenzó a transformarse en algo mucho más inquietante. Una noche, mientras utilizaba el viejo elevador, éste se detuvo abruptamente entre dos pisos, con un fuerte crujido metálico que resonó en todo el edificio. Las luces parpadearon, y por un instante, creyó ver una figura oscura en el reflejo de las puertas. Atemorizada, decidió no volver a usar el elevador.

Optó por usar las escaleras a partir de entonces, pero estas también parecían jugarle malas pasadas. En más de una ocasión, al descender desde el cuarto piso, se encontró inexplicablemente en el quinto, como si las escaleras estuvieran retorciéndose a su voluntad. La confusión y el miedo se apoderaron de ella, pero no podía permitirse perder el trabajo. Necesitaba ese empleo, aunque cada día la consumiera un poco más.

En cuanto comenzaba a oscurecer le ocurrían sucesos cada vez más extraños. Las cosas parecían moverse por sí solas, y a veces sentía como si alguien la estuviera observando. El aire se volvía pesado, y el silencio del edificio se llenaba con susurros inaudibles, como si las paredes mismas contaran una historia que ella no podía comprender. Los relojes se detenían y luego se aceleraban, y las puertas se cerraban con fuerza a su espalda, como si el edificio estuviera vivo.

Una noche, la peor de su pesadilla llegó cuando, al intentar salir del edificio, la puerta principal no cedió. Estaba atrapada. Desesperada, comenzó a buscar otra salida, pero el edificio parecía haberse transformado en un laberinto interminable. Los pasillos se extendían más allá de lo que recordaba, y las paredes se estrechaban, haciéndola sentir cada vez más atrapada.

En medio de su desesperación, Mariana oyó el eco distante de risas infantiles. No era el sonido alegre de niños jugando, sino una risa seca, hueca, que parecía provenir de un lugar profundo y olvidado. A pesar del miedo que le recorría el cuerpo, siguió el sonido, sus pasos resonando en los pasillos vacíos. La condujo hasta una sala que nunca antes había visto, una oficina desierta y cubierta de polvo. En el centro de la habitación, sobre un antiguo escritorio, había una muñeca antigua, vestida con ropas descoloridas.

La muñeca estaba de pie, con la cabeza ligeramente inclinada, como si la estuviera observando. Su rostro estaba agrietado, y sus ojos, que alguna vez pudieron haber sido azules, ahora eran completamente negros. De repente, la muñeca comenzó a reír, un sonido frío y deshumanizado llenó la sala.

Mariana sintió una presencia detrás de ella, como si alguien estuviera a punto de tocarle el hombro. Se giró rápidamente, pero no había nadie. Cuando volvió la vista a la muñeca, ésta había dejado de reír y la miraba fijamente. Sin previo aviso, la muñeca comenzó a avanzar hacia ella, haciendo un crujido antinatural y espantoso en cada paso, como si sus articulaciones fueran de madera vieja y seca. Mariana intentó retroceder, pero su cuerpo no respondió, el pánico la consumió, su visión se tornó borrosa, y en un instante, la oscuridad la reclamó por completo.

Cuando despertó, estaba afuera del edificio, frente a la entrada. La puerta ahora estaba abierta, como si nunca hubiese estado cerrada y nada hubiera ocurrido. Mariana, temblorosa, decidió que no volvería a ese lugar. A la mañana siguiente, renunció y casi inmediatamente encontró un trabajo en una pequeña tienda cerca de su casa. El salario era aún menor, pero el ambiente era cálido y seguro.