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Este encuentro le devolvió la dignidad a Bartimeo; note que Jesús se detuvo por un ciego a quien todos consideraban un estorbo. Sí, se detuvo por él, no por las demás personas. Mandó a llamarle, y una vez a su lado, lo hizo el centro de atención, y lo mandó a hablar (v.51); y esto era muy significativo para el ciego, recuerde que le mandaban a callar. Jesús ahora le decía: ¡Habla, habla! Lo que tienes que decir a mí me importa. Y el ciego habló, y sin titubear pidió sanidad.
Luego Jesús le sanó de su mal y le abrió un nuevo camino a seguir (v.50). Quedaba atrás un pasado triste de enfermedad, mendicidad y desprecio. Nunca más volvió a pedir limosnas; ahora era un discípulo que seguía a Jesús. Es que, cuando una persona se encuentra con Jesús, su vida cambia.
A ti que lees ahora esta historia; ¿Te sientes como Bartimeo, en una profunda crisis o desgracia, sentado al lado del camino y sin esperanzas? Jesús te está llamando hoy, no te quedes postrado, levántate y ve a él.
Un encuentro con Cristo cambiará tu vida para siempre y te dará un nuevo camino a recorrer con él.
Su hermano en Cristo, Rodolfo Rodríguez Matos, pastor
EL TEMA DEL DOMINGO
Encuentros que cambiaron vidas (III)
Levantado del muladar
Marcos 10:46-52
“Al menesteroso, Dios alza del muladar” (Salmo 113:7)
Hoy expongo la palabra de Dios con el propósito de darle esperanza a quien la haya perdido. Aun en la peor de las situaciones, Cristo puede hacer el milagro que usted necesita y abrir ante usted un nuevo comino para transitar seguro con él.
La vida de Bartimeo transitó por diferentes encuentros que le marcaron, cada uno de manera particular. Algunos fueron como punzantes aguijones, dejando en desgracia y miseria a este hombre. Pero el último de los encuentros dio un giro total a su vida, trayendo luz, esperanza, dignidad y un nuevo rumbo.
El encuentro con la enfermedad
En un momento de su vida, Bartimeo perdió la visión; sus ojos se oscurecieron totalmente, la luz dejó de brillar para él, y quedó en una condición indeseable para un ser humano.
Cualquiera de los miembros o sentidos que uno pierda es lamentable; pero, por el impacto que provoca en todo el funcionamiento de una vida normal, perder la visión es uno de los peores males físicos que una persona puede sufrir.
Y esa condición lo llevó a otro desagradable encuentro…
El encuentro con la desgracia (v.46)
Al quedar ciego, se encontró con la mendicidad como condición de vida, debido a su imposibilidad de trabajar para valerse por sí mismo. Por eso le encontramos a la orilla del camino, tirado en el suelo sobre una capa que le servía como asiento, cama y sábana a la vez.
La sobrevivencia de él dependía de manos caritativas que quisieran extenderse hacia él con una moneda o un mendrugo de pan. Pedir limosna ahora sería su oficio de por vida.
Y si malo era eso, no menos lo era el estigma social de ser considerado un maldito inservible. Sí, porque en la sociedad de entonces se consideraba que el padecía una enfermedad de este tipo era por castigo de Dios debido a algún pecado terrible que habría cometido. Hasta los discípulos de Jesús pensaban así (Juan 9:1.2).
El daño a la dignidad de las personas era mayor incluso que el daño físico de la enfermedad. El ciego, el lisiado, el leproso, todos ellos eran despreciados, no por ser malas personas, sino por su condición física. ¡Qué triste, cuando más apoyo necesitaban las personas!
Este es el cuadro de vida de Bartimeo. Las tragedias de la vida y la sociedad le han marcado para mal, como quizás alguien que ahora escucha o lee este mensaje está marcado por los infortunios de la vida y el maltrato de sus semejantes.
Pero para aquel mendigo parece que habrá esperanza, porque oye un tropel de multitud, y al preguntar ¿qué pasa?, alguien le dice que Jesús está pasando cerca de él. Y ahora comienza a luchar por su sueño de volver a ver.
Su grito es revelador de su fe y su esperanza: “Jesús. Hijo de David, ten misericordia de mí” (v.47). De alguna manera ha oído de los milagros del Señor, y piensa que ha llegado su hora, y si lo ha hecho con otros, lo puede hacer con él.
Y es este el momento en que vuelve a tener un encuentro desagradable…
El encuentro con la indolencia de la gente (v.48)
Una parte de los que iban con Jesús, tratan de ahogar el clamor de este pobre hombre y lo mandan a callar. Para ellos era simplemente un mendigo al lado del camino, un maldito de Dios, un desgraciado de la vida.
La orden de callar es una herida profunda en la dignidad de aquel hombre. Le están diciendo: tú no importas, Jesús tiene cosas de más valor que hacer y no va a detenerse para prestarle atención a un mendigo.
Lamentablemente hay personas que siempre andan con una tijera en mano para cortar las alas de la esperanza a los otros.
Pero a Bartimeo no le detiene nadie; por eso grita con más fuerza, hasta que el mismo Jesús le oye; y ahora propicia el mejor de los encuentros.
El encuentro con Cristo (vv.49-52)
Es fascinante mirar cada detalle de la historia de aquí en adelante. Lo que Jesús dice y hace cambia el panorama y las perspectivas.
Quizás alguien que lee, siente que hay fuerzas malignas que le superan y le empujan a hacer lo que a Dios no agrada; sepa que si va a Cristo, él puede liberarle de esa atadura.
Un encuentro con el Hijo de Dios cambia la vida para bien.
Su hermano en Cristo, Rodolfo Rodríguez Matos, pastor
Al analizar cómo oramos los cristianos hoy, encontramos un patrón que se repite: Salud, prosperidad y bienestar, son las prioridades; y no es malo pedir por estas cosas. Pero rara vez, si es que ocurre, hacemos oraciones de confesión al Señor, como lo hizo David, sin pedir nada más que la gracia divina, trayendo perdón y obrando pureza profunda en nuestros corazones, mentes y cuerpos.
Quizás somos muy complacientes con nosotros mismos y por eso no removemos determinadas áreas, ni pedimos que el Espíritu Santo, que escudriña lo más profundo del corazón (1 Corintios 2:10) nos haga una revisión completa en nuestro ser, porque eso podría dejarnos al desnudo o bajarnos del pedestal donde nos hemos puesto o donde nos han colocado otros.
Con más frecuencia deberíamos decir como David: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno” (Salmo 139:23-24). Así nuestras vidas serían diferentes.
Su hermano en Cristo, Rodolfo Rodríguez Matos, pastor
EL TEMA DEL DOMINGO
Oraciones memorables (IV)
Confesión de David (Salmo 51)
Este salmo tiene como antecedente el pecado de David. Estaba en guerra Israel, y se suponía, como era costumbre, que el rey estuviera al frente de las tropas. Pero David, descuidado de sus deberes, se quedó ocioso en palacio mientras los soldado arriesgaban sus vidas.
En esas circunstancias vio desnuda a la esposa de un soldado, y abusando de su posición como rey, la tomó para sí. Luego trató de engañarlo y finalmente mandó a matarlo para encubrir su pecado (2 Samuel 11).
Tras los incidentes, Dios envió al profeta Natán a descubrirle el asunto y amonestarlo (2 Samuel 12). David confiesa ante el profeta, y de ahí sale el Salmo 51, que es una oración donde abre su corazón, declara su completa culpabilidad y solicita el auxilio de la misericordia divina para su perdón y limpieza.
¿Qué encontramos en esta oración?
1- La confesión de pecados
David confiesa su herencia del pecado original (v.5), también su propio pecado voluntario (v.4), y su inclinación natural a pecar (v.3). En lugar de presentar una buena cara ante Dios o una disculpa superficial, abre completamente su corazón y no deja nada guardado.
La experiencia de David tiene un homólogo y un oponente en el Nuevo Testamento. Jesús habló de dos hombres que fueron al templo a orar (Lucas 18:9-14). Uno, muy confiado en sus méritos personales hizo una recitación ante Dios de su propia justicia; el otro, reconociendo su pecado, solo atinó a clamar por misericordia. Jesús aclara que fue justificado el que se humilló.
El apóstol Juan, que anduvo con Jesús y escuchó aquella historia, luego escribió: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
La Biblia también declara: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Proverbios 28:13).
Y no se trata andar divulgando nuestros pecados entre la gente; tampoco de cuando en cuando acudir a un confesionario con la intención de que alguien, pecador como nosotros, nos declare perdonados por decreto suyo. Se trata de estar a cuentas con Dios cada día (Isaías 1:16-18).
2- La solicitud de la gracia como único medio de perdón y restitución
David sabe que no merece nada más que castigo, por eso se acoge a la misericordia de Dios (v.1). Nada puede mencionar él como mérito a su favor, y tampoco nada puede hacer que borre su mancha personal ni las consecuencias de su pecado (v.16). Solo un corazón humillado hasta lo sumo, arrojándose en los brazos de la gracia divina e implorando misericordia, tendría valor en esta hora, y eso hace David al orar (v.17).
Tiempo después de la confesión, David describió su experiencia en otro salmo: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día… se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 32:3-5).
3- La solicitud de limpieza espiritual
En tal situación, la vida de David necesita con urgencia una limpieza espiritual profunda, y eso es lo que pide; por eso sus expresiones tan significativas y de manera reiterada sobre el mismo asunto:
“Borra mis rebeliones” (v.1b). “Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (v.2). “Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve” (v-7). “Borra todas mis maldades” (v.9). “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (v.10).
Solo una purificación de esta naturaleza restauraría una vida espiritual floreciente en el salmista, habilitándole para testificar con eficacia de la gracia de Dios, por eso declara: “Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti” (v.13). Es que un vaso para usos sagrados debe estar limpio.
En la unidad de los discípulos, el mundo tendría la prueba de que Jesús fue enviado como salvador (vv.21,23). Entonces, cuando hablamos de la unidad de la iglesia no estamos hablando de cualquier cosa, por eso Pablo abordó el asunto con solicitud en Efesios 4:1-6.
¿Hace resistencia a reconocer a otros discípulos como parte del mismo cuerpo y reúsa reunirse con ellos porque no hacen las cosas del mismo modo que usted? Jesús oró por la unidad de sus discípulos, y lo que a él le interesa debe interesarnos a nosotros.
Si no procura la unidad del cuerpo de Cristo, usted está yendo en dirección contraria a él.
4- Jesús oró por nuestra entrada en gloria eterna (v.24). Jesús no solo dijo que había una gloria eterna y mostró destellos de su gloria mientras estaba en su ministerio terrenal, sino que oró porque sus discípulos tuviéramos un lugar especial al lado suyo en su gloria. ¡Qué privilegio disfrutar de la gloria eterna! No hay cómo describir lo que será.
Ya había anticipado a los discípulos: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; voy pues a preparar lugar para vosotros… y vendré otra vez y os tomaré, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3).
Ahora, en la oración intercesora, ruega al Padre, porque su deseo es que ninguno de los suyos quede fuera de su gloria.
¿Está turbado por las tormentas de este mundo que se desploma sin remedio? Hay una gloria guardada para todos los que aman la venida de Cristo (2 Timoteo 4:8).
Cierto que vivimos días muy complejos y pudieran venir peores, pero tomemos aliento en Cristo; él tomó tiempo para orar por nosotros; por nuestra seguridad, nuestra santificación, nuestra unidad y nuestra gloria eterna. Allá espero ver al Señor cara a cara, y espero verle a usted también.
Su hermano en Cristo, Rodolfo Rodríguez Matos, pastor
De una piedra en bruto, Jesús hizo un diamante pulido de valor incalculable. Eso fue Pedro.
¿Está lidiando con la imposibilidad humana y el fracaso? Ponga su vida en las manos de Jesús, siga sus indicaciones; y eso cambiará el curso de su vida para bien.
Su hermano en Cristo, Rodolfo Rodríguez Matos, pastor
EL TEMA DEL DOMINGO
Seguir a Jesús cambia el juego
Hoy haremos énfasis en la vida de Pedro; veremos tres momentos en los cuales Pedro se enfrentó al fracaso, y destacaremos cómo, hacer lo que Jesús le indicó, cambió el curso de su vida para bien.
Se llamaba Simón; era pescador de profesión. Su hermano Andrés le presentó a Jesús, y este le cambió el nombre por Pedro, en referencia a su personalidad fuerte como una roca (Juan 1:40-42). Luego le llamó con un propósito definido, para salvar personas para el reino de Dios (Marcos 1:16-18).
Estuvo muy vinculado a Jesús durante los tres años de ministerio público, siendo parte del grupo íntimo del Señor, junto a Juan y Jacobo. También fue protagonista de algunos hechos importantes que le demostraron que seguir a Jesús cambia la vida de los humanos para bien.
Lucas 5:1-11 nos presenta a Pedro a la orilla del mar, lavando y recogiendo sus redes, después de una noche entera de fracaso en el intento de pescar algo (vv.2,5).
Jesús usa la barca de Pedro como púlpito para enseñar al pueblo reunido, y luego ordena echar las redes para pescar. Es el momento en que Pedro recuerda el infructuoso trabajo y la fatiga de toda una noche en que él y sus compañeros de labor nada pudieron pescar.
Pero Pedro está hablando del esfuerzo de ellos (v.5a). Luego hace una declaración de fe y actúa en consecuencia con ella (v.5b). El resultado es un milagro de magnitudes sorprendentes (vv.6-7).
En el mismo lugar del fracaso humano, ahora hay una pesca milagrosa por la obediencia a la indicación divina. Por eso la reacción de Pedro (vv.8-9).
No hay dudas, seguir la orden de Jesús cambió el juego para Pedro.
Mateo 14: 22-33 nos presenta a Pedro y los otros discípulos tratando de cruzar el Mar de Galilea en su barca. Jesús se ha ido a un monte a orar.
En la noche, una tormenta sorprende a los discípulos en medio del mar, y aunque eran experimentados, la fuerza del viento y las olas no los dejan avanzar, y amenazan con hundirlos.
Llegada la madrugada, Jesús les aparece andando sobre el mar embravecido, y ellos están tan turbados que su percepción se ha vuelto borrosa al extremos de confundir a su Maestro con un fantasma (vv.25-26).
En ese momento Jesús les da una palabra de aliento (v.27). Pedro lanza un desafío (v.28) que es respondido por Jesús (v.29a), y acto seguido se lanza al mar (v.29b).
Es la hora de comprobar el valor de seguir a Jesús. Primero porque mientras Pedro confió en la palabra de Jesús, se mantuvo andando sobre las agua, pero cuando se enfocó en la tempestad, comenzó a hundirse (vv.29-30). Segundo porque cuando Jesús entró en la barca, el mar se calmó (v.32).
Sí, seguir a Jesús cambia el juego para bien.
El capítulo 26 de Mateo cierra con una historia que termina su ciclo en Juan 21:15-17. En un momento crucial, Pedro niega tres veces a Jesús, y le deja solo.
Tras los hechos y la mirada de Jesús, este hombre, duro como la piedra, llora amargamente. Siente que lo ha arruinado todo y que ya no habrá más remedio. Esto explica por qué luego se fue de nuevo a la pesca con sus amigos, de donde Jesús le llamó (Juan 21:3).
Después de la resurrección, el Señor se les aparece en medio de sus faenas, y tras comer con todos, le dedica un momento aparte a Pedro (Juan 21:15-17). No le reprocha nada. Tampoco le pregunta ¿qué hiciste? Solo le pregunta qué hay en su corazón (¿me amas?).
Y como tres veces Pedro le negó, tres veces le pregunta; y ante cada respuesta, le reitera el llamado a cuidar de su rebaño (tres veces también).
Después de ese día, la historia de Pedro fue otra. Lleno del Espíritu Santo dio testimonio de Cristo, lo mismo a un individuo necesitado que a una multitud escéptica; lo mismo a personas interesadas en la fe que a un concilio hostil que le juzgaba; lo mismo a judíos que a gentiles.
Su vida dio un giro radical, y él se convirtió en un instrumento útil en las manos de Dios para salvación de muchos. Basta leer el libro de los Hechos para tener un testigo de la vida de Pedro siguiendo a Jesús.
Apocalipsis 22:6-21 cierra el canon bíblico abordando la pronta venida de Cristo y la espera expectante de la iglesia que se ha preparado para su encuentro. Cuatro veces el Señor testifica de la cercanía de su regreso (vv. 7,10,12,20).
Esa reiteración tiene un propósito marcado de reafirmar la verdad central del pasaje: Cristo viene pronto. Es la gran esperanza de la iglesia, la novia ataviada de lino fino y limpio.
Amados en Cristo, estos son tiempos finales, tiempos de consumación. Por eso hemos de prestar atención al paréntesis de Mateo 24:15 “el que lee entienda”.
Miremos los acontecimientos de este tiempo bajo la lupa de la Palabra de Dios, y preparémonos a tiempo.
A usted que lee, espero podamos vernos reunidos a la mesa del Señor en el gran banquete celestial.
Su hermano en Cristo, Rodolfo Rodríguez Matos, pastor
EL TEMA DEL DOMINGO
Entendiendo los tiempos que vivimos (2da. Parte) Mateo 24:4,5,11,14, 23-24
Estos son tiempos finales, tiempos de consumación
El cuadro descrito para los tiempos finales, coincide en detalles con lo que observamos hoy en el planeta y la vida dentro de él. Se define como principio de dolores, y aunque no es el parto, es el anuncio de su cercanía (Mateo 24:8).
Hoy trataremos las Señales en el mundo espiritual: falsos maestros y profetas, apostasía, predicación.
Es significativo que las señales de los últimos tiempos tienen que ver en una medida importante con la vida espiritual. Lo que pasa en ese mundo tiene mucho que decir respecto a la consumación de los tiempos.
Mi deseo es que, al leer, podamos hacerlo con mirada sabia, para descubrir lo que puede estar aconteciendo a nuestro alrededor, vinculado con lo anticipado en la Biblia.
Por un lado, hay grandes progresos en la evangelización en general, y particularmente con la extensión del mensaje de Dios por diferentes vías; llegando a remotos rincones de la tierra y a grupos étnicos casi desconocidos.
En esto tienen mucho que ver los movimientos misioneros que envían obreros a cualquier parte del mundo, y los medios tecnológicos que cada vez son más sofisticados y de mayor alcance.
Estos días que vivimos, somos testigos y protagonistas del alcance que tiene el evangelio usando los medios modernos de comunicación.
Cualquiera de los que leen ahora mismo este artículo, ha hecho llegar algún mensaje del evangelio desde su teléfono celular a distancias muy remotas. Jesús dijo: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo para testimonio a todas las naciones…” (Mateo 24:14).
Por otro lado, hay un gran auge de predicadores y predicaciones falsas minando la mente de las personas, muchas veces con muy atractivas propuestas y presentación. Esto, a los interesados les arrastra por caminos extraviados, y a otros les hace cada vez más escépticos.
De ahí que, en un mundo muy necesitado de Dios, coincidan los grandes esfuerzos por alcanzar a las almas con el mensaje de salvación y una creciente apostasía que les aleja cada vez más de él. Eso también es un indicativo de que vivimos tiempos finales (1 Timoteo 4:1; 2 Timoteo 4:1-4).
Importante también considerar dos tendencias muy visibles hoy:
Hay un falso ecumenismos que pretende unir todas las religiones en una universal, donde casi todo es válido, cuando la Biblia es clara en afirmar que la unidad de la iglesia es en el Espíritu no en estructuras o formas (Efesios 4:1-6).
La otra tendencia es la batalla entre las diferentes denominaciones cristianas que, en vez de unir esfuerzos y cada una desde su lugar trabajar por el progreso del reino de Dios, se atrincheran para construir su propio reino.
Esto divide el reino de Dios, hace infructuosos los esfuerzos, agota a los líderes y seca a las iglesias en luchas estériles.
Mientras esto sucede, el mundo de las tinieblas toma espacios que debíamos conquistar nosotros.
El tiempo del fin, profetizado en la Biblia tiene muchos puntos de coincidencia con estas manifestaciones como para considerarlas casualidad.
Mejor pedimos a Dios discernimiento de espíritu, un don muy escaso y necesario en este tiempo, para poder entender lo que ocurre y no ser engañados a causa de nuestra ignorancia y de la astucia de los que promueven el error (Efesios 4:14-15).
Si solo juzgamos por determinadas manifestaciones externas o expresiones de un verbo fluido, podemos ser engañados fácilmente; eso ya lo dijo Cristo (Mateo 24:24-25).
Mi oración es que Dios nos ayude en este mar de confusiones a mantenernos mirándolo a él, y con los ojos espirituales abiertos, sabiendo que el fin se acerca, y “el que persevere hasta el fin, ese será salvo”.
Su hermano en Cristo, Rodolfo Rodríguez Matos, pastor
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